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La reciente visita a Murcia de la poeta venezolana Sofía Crespo Madrid (1995) me ha contagiado una vitalidad que estaba empezando a perder por culpa ... de una otitis medio aguda. Sus palabras seguramente tengan más efecto que los antibióticos. Las humanidades tienen superbeneficios, me hizo saber el otorrinolaringólogo Carlos Escobar. Leer sana y divierte. Es una forma positiva de ver las cosas. Dice Sofía que solo podemos entender la vida hacia atrás, y para todos solo existe este ahora. En su caso, ella fue consciente desde bien joven de que quería irse «al lugar de mis sueños», que no era otro que Salamanca, donde suspiraba por estudiar Filología. Tuvo que pasar primero por Costa Rica, ahorrar unos cuantos colones costarricenses –sí, la moneda oficial es el colón en honor al almirante– y tomar energía para dar el salto definitivo.
«Toda tragedia –me confió en una conversación deliciosa, a propósito del libro 'Aunque me extinga' (Candaya)– me empuja a otra belleza impredecible, que es esta vida que tengo aquí en España, la que atesoro y la que defiendo ahora que soy profesora de instituto. Yo celebro estar en un Estado con cuatro lenguas oficiales, y celebro la diversidad que hay aquí, me encanta vivir en España». Se dice que los jóvenes de hoy en España no son como los de antes, y la realidad nos depara también grandes esperanzas. Me gusta encontrar en estas nuevas generaciones ese brío inteligente de los animales indomesticados, de los que muestran resistencia a pasar por el aro. Gente capaz de huir de laberintos ideológicos para respirar ambientes oxigenados.
Sofía Crespo Madrid da las gracias en los agradecimientos de su poemario a aquellas personas que hacen de su vida «un jardín amable». Aún sabiendo que en cualquier momento puede asalvajarse, pues si no lo cuida será invadido por malas hierbas y colonizado por otro tipo de seres no previstos, y aparecerían uñas temerosas, y nidos siempre calientes. ¿Qué plagas teme una muchacha como ella? Precisamente su vida es un vergel en vez de una apretada selva porque se ha dedicado a cuidarlo. ¿Qué ha cuidado? Los vínculos, el amor... hay que mantenerlos. Ella se refiere al jardín como «el espacio idílico para el amor», donde se encuentran y hablan las personas, donde surge el romance. «El espacio está siendo cuidado, porque el amor hace todo eso, y me aterraría, por ejemplo, la plaga de la enfermedad, la plaga de la crueldad, otras plagas como el racismo y la xenofobia, hay amigas que están esperando una respuesta para su regularización y todo esto les afecta... Las flores de mi jardín necesitan una dignidad, un paseo, aire fresco...». Me hizo llorar flores de araguaney.
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