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Cuenta el cineasta italiano Paolo Sorrentino que escribió el guion de su última película, 'Fue la mano de Dios' (Netflix, 2021), escuchando, entre otras, una hermosa canción del cantautor Pino Daniele. 'Napule è' es una especie de himno oficioso de esa convulsa ciudad al sur ... del país y bañada por el Tirreno. Fue una de sus primeras composiciones, incluida en el álbum 'Terra mia' que en 1977 le abrió las puertas del éxito en el siempre complicado mundo de la música. Pino Daniele era un compositor e intérprete que se enorgullecía de ser independiente discográfica y artísticamente, así como de tocar en las calles en las que nunca entraba el sol. «Hago lo que siento», parecía ser su lema. Daniele, que bebió de las mejores fuentes del jazz, el rock y el blues, amigo de Eric Clapton, murió de un infarto en 2015, en víspera de Reyes, dejando tras de sí un considerable legado artístico. Tan solo tenía 59 años. Como el cineasta, también era napolitano y ejercía como tal.
El cine autodidacta de Sorrentino resulta a veces mágico y en ocasiones melodramático. Puede ser este su trabajo más personal, quizá también el más costoso humanamente por tratarse de un esforzado ejercicio autobiográfico. No es agradable desbrozar la tragedia al quedarse huérfano a los 16 años y que solo la casualidad impidiera estar en el sitio de un fatal accidente, por elegir asistir a un partido de fútbol como hincha del Napoli en lugar de ir con tus padres al lugar de vacaciones.
No me convertiré en 'spoiler', ese anglicismo que la modernidad ha adoptado a la hora de describir lo que Chiquito de la Calzada contaba con su gracejo malagueño en uno de sus desternillantes chistes: aquel acomodador que, por fastidiar al tacaño espectador –del que no revelaré su origen para resultar políticamente correcto–, le desvela nada más sentarlo en la butaca y como venganza por su racanería en la propina que «el criminal es el sheriff». Esta película de Sorrentino es un hermoso canto a la vida, a la superación, a la belleza y al amor, vista desde un prisma surrealista y extrayendo lo bello incluso de lo grotesco.
En Nápoles la gente aún cree que Maradona fue enviado por la Providencia para engrandecer la leyenda de la capital del Vesubio, aunque allí él se encargara de certificar su descenso a los infiernos alucinógenos tras su paso por Barcelona. Con el equipo 'azzurri' ganó dos 'Scudettos', una Copa de Italia, una Supercopa y un campeonato de la UEFA. Pero fue cuando marcó con la elástica albiceleste aquel providencial gol a Inglaterra en México 86, que sus calles se llenaron de banderas argentinas como si de Buenos Aires, Córdoba o Rosario se tratara. Sin embargo esta no es una película sobre fútbol, ni siquiera sobre el astro argentino. Se fundamenta en un adolescente que quería ver a su equipo jugando lejos de San Paolo, estadio y templo, y planeaba ir a verlo enfrentarse ese día al Empoli como visitante. El mortal accidente de sus padres acabaría con esa y con tantas otras ilusiones juveniles.
He visto casi todas las obras de Sorrentino. Lo admiro por su valía cinematográfica y porque el destino casi obliga a identificarme con él por haber nacido ambos en la misma fecha, un 31 de mayo. Su Fabietto, en la película, reflejo de aquella adolescencia perdida: flaco, preso del desamor y futbolero. Y, si se me permite ampliar con simplicidad el argumento, porque los dos fumamos puritos, quizá nuestro único vicio confesable. Concibe como «una frase bellísima» la que pronunció Maradona cuando un periodista le preguntó cómo había marcado aquel gol al portero Peter Shilton, casi dos palmos más alto que él, en el Estadio Azteca ante 120.000 personas. Un tanto y una expresión que reportaron mayor plasticidad estética que el considerado gol del siglo, conseguido por el propio Maradona, esa misma tarde, para certificar la victoria y tras driblar a medio equipo inglés. «No me gusta la realidad, por eso quiero hacer cine», concluye el protagonista de 'Fue la mano de Dios', un hermoso canto a la melancolía desde el dolor, el humor y el hedonismo, con el dios Fellini de cuerpo presente y un guiño al 'imperio austrohúngaro' de Berlanga. Véanla, si es posible, y lo podrán comprobar.
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