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Malos tiempos para la lírica

JUAN PABLO SOLER FUSTER

Domingo, 25 de octubre 2020, 08:28

En un tiempo con sorpresas a diario, novedades a diario y noticias sobre 'el tema' a diario, no nos queda otra que resistir. A veces pienso si lo hacemos porque creemos que esta es la manera de salvarnos o porque no sabemos hacerlo de otro modo. Cuando todo esto pase, seremos mejores o peores, no lo sé. Lo único que tengo claro es que seremos diferentes. Por primera vez, veo que ya hay muchos que entienden que, o vamos todos de la mano, o este castillo de naipes se lo lleva el viento. ¿Por qué a los gestores siempre se nos coloca como en la punta de la pirámide mirando el panorama como si no pasara nada? Eso cambió. El trabajo nos aturde, nos abruma y nos descoloca, pero no hay día que no amanezca pensando en que esto tiene sentido. Vivimos una época de contrastes y de contradicciones personales. Por un lado, todos preocupados por el avance de la pandemia y, a la vez, tratando de defender lo que consideramos básico para que esta sociedad en la que vivimos no se pare y caiga en un agujero difícil del que salir. Menos mal que yo al menos me siento acompañado en este duro viaje por mis responsables y compañeros, tantas veces criticados (a veces por el simple hecho de ser políticos o funcionarios) pero que se están partiendo la camisa para que esto sobreviva sin tener en sus justificaciones ni números ni datos, solo personas y un sector al que se le considera actividad esencial.

Siempre he defendido que un poco de matemáticas nos vendría bien a la gente de la cultura, pero no de este modo. Los aforos no pueden variar como están variando sin tener en cuenta las particularidades de lo que estamos tratando. Las entradas deben salir a la venta con antelación, el público debe recuperar la confianza, los profesionales del sector no deberían plantearse cambiar de profesión. Porque, y también es importante, la cultura, tal y como se ha planteado en estos días, es segura. Creemos que hemos conseguido hacer de los teatros de Murcia espacios donde el público pueda disfrutar con tranquilidad de un rato de expansión, entretenimiento y aprendizaje con el único temor o ilusión de escuchar una bella historia, disfrutar de una interpretación que nos rompa todos los esquemas o que una coreografía nos llegue a lo más hondo, y la emoción nos deje tocados durante unas horas o incluso días; que nos animemos a conocer mejor al autor, a querer saber más de la compañía o a buscar dónde vuelve a actuar este ballet para recomendarlo a todos nuestros amigos. Al final, esto consiste en que la poesía y el arte pasen a estar un poco más presentes en este mundo de locos.

Conociendo cómo se está trabajando en otras comunidades, da pena y rabia que esta región siga siendo de los lugares con más restricciones en cuanto a aforos y, aunque haya algunos ayuntamientos que luchan para que esto no se frene, esta pandemia lleva consigo el contagio en el más amplio de los sentidos. Muchos municipios pensarán que, si el teatro Romea no es capaz de abrir con más de 170 localidades a la venta, para qué vamos a intentarlo nosotros con lo complicado que es todo esto de los planes de contingencia, adaptación de planos, entradas y salidas organizadas con geles, toma de datos, desinfección de butacas, etc. Pues no señores, merece la pena toda esa tarea y mucho. Además, debe ser sentida como una obligación para los que trabajamos en lo público, como un derecho constitucional que nos ampara a todas y todos los sujetos del Estado español. Ha costado muchísimo trabajo llegar a donde estamos ahora mismo y si esto dura más, costará mucho volver a donde estábamos. Debemos estar ahora más unidos que nunca y luchar por los nuestros con el objetivo de que, primero, el sector sienta a la Administración de su lado en esta maldita pandemia y, segundo, para que nuestra Comunidad siga avanzando en este difícil camino de colocar en el mapa una tierra con el talento y las ideas que aquí se tienen, que son muchas y de gran valor. Trabajamos para facilitar el acceso universal a la cultura, para garantizar el derecho a acceder a los imaginarios artísticos o creativos comunes, a los archivos de nuestra memoria colectiva, así que no es momento de lamentaciones, sino de levantar el ánimo cada día para luchar en lo que creemos. Que cada uno, desde nuestro rincón, aportemos nuestro granito de arena para que la sociedad participe en la creación de un mundo un poco mejor y más libre.

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