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Es fama, en mi pueblo, que hubo un ciudadano ilustre que elaboró una lista de 'gente que me cae mal sin saber por qué'. Esa lista se hizo pública, por alguna razón que no recuerdo. Alguien cercano al autor de la lista de 'gente que ... me cae mal sin saber por qué' fue a darle las gracias por no estar en ella. Y aquel le respondió: «es que usted me cae mal pero sí sé por qué».
Siempre me acordé de esa vieja anécdota cuando elaboré mis listas sobre gente. Por ejemplo, una vez hice un 'top tres' de las peores personas con las que me había encontrado. Los dos primeros eran tipos de misa, si no diaria, sí de días alternos. Eran dos que se querían buenos más malos que la carne de pescuezo. Dos santurrones malignos. Uno de ellos era un financiero (cómo no va a haber un financiero). Durante la crisis anterior, le comunicaron que fulanito, arruinado, no podía pagar y que si lo acosaban –anunció– se suicidaría. «Primero que pague y luego que haga lo que tenga que hacer», respondió el enorme rezador.
En fin, eran esforzados diabólicos que trabajaban de forma encomiable (por el gran esfuerzo requerido) en machacar a la gente cuando no tenían necesidad de ello. Lo que distingue al auténtico hijo de puta de quien es solamente humano, con su bondad y maldad en proporciones variables, es el placer físico que obtienen de hacer daño sin que les haga falta, y sin escatimar en el empeño. Hoy creo que ese tipo de bestias pardas de la maldad que se dice bondad ya no están entre los meapilas –sin perder a éstos de vista–, sino en el sector, numerosísimo, de los de la 'superioridad moral' ideológica.
El otro día salía entrevistado el hermano mayor del actor Javier Bardem diciendo que él era superior moralmente a cualquiera de derechas. Que él era justo y benéfico, cuerpo santo laico, comunista de toda la vida al que solo 100 milloncejos de muertos lo contemplaban. Esto último no le dio tiempo a decirlo en la entrevista, pero lo tuvo en la punta de la lengua. Cuando alguien se dice benéfico ama tanto a la humanidad como odia a los seres humanos. Y lo demuestra a lo grande. Los comunistas suelen hacer con la pobre gente unos festivales multitudinarios que no tienen rival. En los últimos años, desde que el presidente Zapatero abrió la caja de los fantasmas familiares, la maldad que se cree sinceramente bondad (cuando se lo creen sinceramente yo no pondría el maletín nuclear a su alcance) se ha desplazado desde los santurrones creyentes a los santurrones creyentes en esa otra religión que es el progresismo. De las monjas de todos los sexos de derechas a las monjas de todos los sexos de izquierdas. Más fanáticas las segundas.
En mi 'top tres' de peores personas de ahora probablemente ya no esté ningún capillitas, que han pasado un poco de moda. Serán sustituidos por la nueva bondad globalista, más siniestra e insidiosa que cualquier cosa que hayan podido ver los siglos.
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