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Maldito año

Quizás la única gran noticia de tan nefasto 2020 es la formidable caída de Donald Trump

Domingo, 20 de diciembre 2020, 09:12

«Allá darás, rayo, en casa de Ana Díaz. Vayas y no vuelvas; la ida del humo». Estas palabras figuran en el inicio del célebre entremés de Cervantes 'La cueva de Salamanca'. La esposa muestra su contento cuando el marido se va por la puerta. Eso es lo que le decimos todos al maldito 2020 que está a punto de irse: ¡Vayas y no vuelvas! Menudo añico, Señor. Sabíamos que los bisiestos eran malos, pero no tanto como este. Malo malo de verdad.

'Allá darás rayo' es una expresión que recoge el Diccionario de Autoridades, pero que el creador del Quijote la utiliza sobre todo para mostrar el enorme deseo que tiene la señora de que se vaya de una vez quien tanto la molesta. Es lo que pensamos nosotros del año que se termina: que se vaya de una vez, pues tanto nos ha dañado desde antes de que llegara la primavera. También Góngora empieza así uno de sus poemas cuyo estribillo es: «Allá darás, rayo / en casa de Tamayo». A saber quién sería el tal Tamayo.

2020 pasará a la historia como el año de la pandemia. El año que se llevó por delante miles y miles de personas indefensas ante esa calamidad, que se ha cebado en los mayores, con menos defensas que los jóvenes. El coronavirus, como empezó a llamarse alternativamente con el de Covid-19, ha sido fatal con la llamada población de riesgo. Lo contrario que pasó con la fatídica gripe de 1918, que se prolongó durante dos años, y que hizo diana más en mozos que en viejos. La de ahora ha revertido el destino. Entonces, se curó el rey Alfonso XIII, que estaba en la treintena; estos borbones son duros. También la superó don Ramón del Valle-Inclán, rebasados con creces los cincuenta años. Las hemerotecas nos informan de que fueron entre cincuenta y cien millones los fallecidos por aquella gripe. Muchos. Muchísimos.

Esto sucedió hace un siglo. Cuando la medicina estaba aún en mantillas, cuando ni teatros ni plazas de toros ni grandes concentraciones se prohibieron. Eso sí: las mascarillas proliferaron como indican las imágenes que nos ofrece la prensa de entonces. Cien años después sí que se sabía qué cosas prohibir, qué costumbres dejar a un lado, y de qué manera protegernos del virus, aunque no siempre se dijera con la celeridad y prontitud que merecía. Así nos ha ido.

Entre ese paquete de medidas coercitivas, se suspendieron o atrasaron las grandes conmemoraciones de este año. Destaquemos en cabeza la frustrada Olimpiada de Tokio, prevista para julio, junto a los considerables retrasos de todas las competiciones deportivas, con el problema de ajustes de calendario que conllevó. Por no hablar de la suspensión de muchos festivales de verano, muchos cursos, y no pocas fiestas populares. Recordemos que este nefasto año no hemos tenido procesiones de Semana Santa, ni Fiestas de Primavera con sus bandos huertanos, entierros sardineros y barracas morcilleras; ni ha habido celebraciones patronales de estío, ni ferias del libro, ni vacaciones normales con viajes en aviones o trenes, ni turistas que gastaban sus buenos cuartos; ni norias ni caballitos ni trenes de la bruja; ni Tenorios, ni comidas normales en restaurantes normales, ni partidos de fútbol o baloncesto con público... Ni, ahora, vamos a tener una Navidad como Dios manda. Muchas cosas hemos sacrificado en este mal hado año para que se nos olvide en todos los días de nuestra vida.

También en el terreno de la política hemos vivido novedades destacadas, como la llegada definitiva del 'Brexit', con lo que nuestros amigos ingleses se encierran más y más en su isla, en esa peculiar operación de mirarse el ombligo y repetir que son los mejores. Allá ellos y con su pan se lo coman. Una pena que paguen justos por pecadores, pues parecen mayoría quienes se arrepienten de haber creído las mentiras de Boris Johnson. Mejor noticia, quizás la única gran noticia de tan nefasto año, es la formidable caída de Donald Trump, con su triste epílogo tan lamentable como su mandato fue; ese terco no querer irse a pesar de perder por una buena diferencia. Váyase con Dios o con el diablo.

Por eso, que se marche cuanto antes este 2020, pero que le diga a 2021 cuando se crucen en la puerta de Nochevieja qué tiene que hacer para no caer en los errores en que cayó su hermano mayor. Y que el año dé rayo en casa de Ana Díaz o donde quiera que vaya.

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