El machismo mata
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No es de extrañar que, como indican los estudios más recientes, los síntomas de una violencia patriarcal se hayan agravado entre los más jóvenesUna joven de 17 años fue asesinada el pasado miércoles por su expareja en Totana. La víctima recibió varias cuchilladas por negarse a reanudar su ... relación. El dolor sentido y la previsión de lo que iba a suceder –en una suerte de eterno retorno de lo infame– me llevó a escribir en mi cuenta de Twitter: «Pronto escucharéis a Vox decir que no ha sido asesinada una mujer, sino una persona. Y así convertirán en un 'accidente natural' un gravísimo problema social: el machismo». El hilo de respuestas que se generó a partir de este comentario superó incluso mis expectativas más nefastas: «La violencia debe ser tratada de forma holística»; otro usuario me respondió con la noticia de una mujer que suministró un potente fármaco a su hija y, una vez dormida, la asfixió con sus propias manos; no faltó quien afirmó que «gravísimo es que aprovechéis estos sucesos para etiquetarnos como un 'infierno machista', cuando la realidad es que España es un paraíso para las mujeres». Naturalmente no faltó el mensaje populista de «basta de víctimas de primera y de segunda»; y, finalmente, y tras atravesar insultos de toda índole, llegamos a un perfecto resumen de esta furia ultraderechista: «Es patético querer agregarle adjetivos a la violencia para que tenga valor. Violencia es violencia y listo». Entretanto, en la Asamblea Regional, el ex de Vox pero todavía extremista Juan José Liarte se refirió al crimen de Totana como «violencia multicultural», en un claro y desesperado intento por sortear el concepto de violencia machista.
No es de extrañar que, como indican los estudios más recientes, los síntomas de una violencia patriarcal se hayan agravado, durante los últimos años entre los más jóvenes. La tesis de los más radicales de que la violencia de género es un constructo ideológico de los partidos de género para legitimar determinados 'chiringuitos' institucionales gana adeptos, al mismo tiempo que nos derrota como sociedad. Me llama poderosamente la atención el hecho de que, en un claro ejemplo de huida hacia adelante, se intente negar la realidad de la violencia machista desde el supuesto de que la violencia debe ser tratada holísticamente. La violencia jamás ha tenido, a lo largo de la historia, una caracterización holística porque siempre se ejerce contra alguien por una razón específica. Los nazis mataban a los judíos por ser judíos; los regímenes totalitarios arrestan, torturan y asesinan a quienes disienten de su ideario; los etarras atentaban contra sus víctimas con base a un claro argumentario independentista; el racismo agrede al otro por el color de su piel... Repitámoslo: siempre existe una razón cultural detrás de la violencia. E, incluso, quienes rompen el consenso democrático contra los crímenes de la violencia machista lo saben. Resulta cuando menos paradójico que quienes defienden el tratamiento holístico de la violencia y prorrumpen en declaraciones desquiciadas contra la legislación atinente a la violencia machista no muestren, por ejemplo, ningún reparo en aceptar el artículo 578 del Código Penal, en el que se hace referencia a los delitos de terrorismo. ¿No quedamos en que la violencia es violencia, y no ha de ser sectorizada en función de sus motivaciones?
El deslizamiento de argumentos del tipo 'basta de víctimas de primera y de segunda' es cuando menos revelador del raquitismo intelectual de la ultraderecha. Evidentemente, un cadáver es un cadáver. Y el hecho de que una persona haya visto interrumpida su vida por un acto de violencia constituye un escándalo moral incuantificable, con independencia de cuál haya sido el móvil de su asesinato. No hay víctimas de primera y víctimas de segunda. El dolor y el absoluto de su pérdida es el mismo en todos los casos. La cuestión, sin embargo, que nos incumbe aquí es cómo los de 'la violencia es violencia y listo' se acogen a las causa y a los efectos de esta según les convenga. Si el agente de la violencia es un inmigrante, entonces importa la raíz específica de la violencia porque la inmigración –denuncia Vox– es portadora del desorden y del crimen. Cuando, por el contrario, la causa del acto violento no conviene por pura estrategia política –como es el caso del machismo–, la operación a seguir es centrarse en el hecho consumado y convertir el grito de guerra 'la violencia es violencia y listo' en ese otro de 'la muerte es muerte y listo'.
Cualquier sociedad justa y avanzada en derechos no se contenta con reconocer a las víctimas y constatar el hecho de su muerte. La obligación ética de un sistema democrático es remontarse a las causas que están en el origen de la violencia, y, una vez localizadas, combatirlas. Decenas de mujeres son asesinadas al cabo del año, en España, por sus parejas y sus exparejas. Y esta violencia no es consecuencia del pecado original, del instinto fatal del ser humano adquirido como consecuencia de la pérdida de la gracia divina. El machismo es una elaboración cultural que pervierte cualquier tipo de convivencia en igualdad entre hombres y mujeres. Su tradición avala el abuso de las mujeres. Y hay un partido político, Vox, que defiende la perpetuación de esta estructura de poder y de violencia.
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