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Luis Enrique

LAS CUATRO ESQUINAS ·

El ciclo del asturiano estaba agotado tras el doloroso 'KO' ante los marroquíes en un Mundial al que al seleccionador le sobraron poses y le faltó un plan B

Sábado, 10 de diciembre 2022, 09:38

A casa. A ver cómo te lo explico para que me entiendas. Para hacértelo fácil, vamos. Tú puedes marear al rival, convertir el partido en un rondo, que tus jugadores se pasen el balón mil veces y que la gente diga que qué bien ... juegan estos chicos. Eso está muy bien, pero si no tiras a puerta, resulta que lo demás no vale para nada. En esto del fútbol se trata de meterla dentro, la pelota. Y si el primer día del Mundial vienen los ingenuos de Costa Rica y te juegan abiertos en canal, resulta que tus chicos les hacen siete y se produce la catarsis nacional. Porque claro, en este país somos así de pendulares. Ya nos veíamos campeones del mundo cuando vinieron quince angelitos japoneses corriendo más que las centellas y nos pusieron, te pusieron, Luis Enrique, hijo, en el sitio que merecías, merecíamos. Porque a lo de los japos sucedió que llegaron los marroquíes con medio equipo nacido, jugado o formado en España, y nos acabaron mandando a casa con el rabo entre las piernas. No porque fueran mejores, que no lo son. Sino porque tienen un mayor rigor táctico, juegan el fútbol que les conviene, a lo Simeone, te explico, y con el sevillista Bono agrandado bajo los palos hicieron de la tanda de penaltis un auténtico drama. Drama nacional, jolgorio marroquí en toda España, incluida la plaza Redonda de Murcia iluminada con el rojo y el verde de Emuasa. Casualidad de casualidades.

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