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La terrible tragedia ocurrida recientemente en el Levante español, especialmente en la Comunidad Valenciana, provocada por una tromba de agua y viento, como no se ... veía desde hace casi un siglo, ha desbordado todos los posibles diques, haciendo en gran parte inútil los esfuerzos humanos, para detener semejante catástrofe natural. No obstante, transcurrido ya un tiempo prudencial desde los terribles sucesos, comienza a vislumbrarse la respuesta ofrecida por los distintos actores, poniendo de manifiesto una serie de comportamientos y actitudes totalmente dispares. Frente a la extraordinaria sensibilidad y solidaridad del pueblo español, actuando de inmediato y proveyendo de toda clase de ayudas, aquellas que estaban en su mano, la actuación de nuestros políticos ha sido decepcionante, rallando en algún caso en lo miserable.
El presidente de la Comunidad Valenciana, creyendo que era el presidente de un Estado confederal, en lugar de lo que realmente es, un representante del Estado español en una parte de su territorio, entendía que solicitar el liderazgo y apoyo del Gobierno central, era una humillación. De esta forma, ha demostrado, por un lado su incapacidad y, por otro, su incompetencia. Por otra parte, su Consejera de Emergencias ha transparentado su ignorancia e insolvencia para ocupar ese cargo, al desconocer la existencia de un sistema de alertas de protección civil, para activar ante emergencias de la magnitud de las inundaciones en la provincia valenciana, sistema de alertas que está en vigor desde hace dos años. Hasta el momento de escribir estas líneas, ni ha dimitido el presidente de la Com. Valenciana, ni ha dimitido esta Consejera.
Hablemos ahora del presidente del Gobierno, el Sr. Sánchez. Si en algún momento se ha preguntado cómo pasaría a la historia, los luctuosos hechos de Valencia le han proporcionado tres aspectos, por los que, sin duda, pasará a la historia.
El primero es su extraordinario cinismo, al manifestar públicamente que, si Valencia necesita recursos, que los pida. Además de ser una respuesta fría y cruel, revela una falta de empatía alarmante y un cinismo sin límites, esta frase denota también una ausencia absoluta de escrúpulos y un océano de inmoralidad. Es como si ante una persona que se está ahogando, no le arrojas un salvavidas hasta que no te lo pida. En primer lugar, por la extraordinaria gravedad de las inundaciones, que ha devastado hogares y vidas y, en segundo lugar, por afectar a más de una Comunidad Autónoma, es el Presidente de la Nación a quien corresponde dictar la orden de Emergencia Nacional, y además, hacerlo automáticamente, lo que conlleva poner a disposición de los damnificados todos los recursos del Estado (la UME, la policía nacional, la guardia civil, el ejército, los bomberos, y toda clase de vehículos y maquinaria). La lógica de «si no me lo pides, no lo doy» podría tener sentido en un intercambio comercial, pero resulta inconcebible en el contexto de una emergencia humanitaria.
El segundo aspecto por el que Sánchez será recordado es su evasión y falta de valentía. Durante su visita a una de las zonas afectadas, decidió retirarse apresuradamente al escuchar las comprensibles protestas de ciudadanos desesperados, que veían a sus representantes no como salvadores, sino como ausentes y cómplices de la tragedia. Sánchez optó por la salida fácil, abandonando a los reyes, quienes, con estoicismo y sin decir una palabra, continuaron escuchando a los damnificados. Esta diferencia en la actitud fue una lección silenciosa y contundente. Donde los reyes mostraron comprensión y dignidad, el presidente demostró una cobardía que difícilmente se olvida. No es solo una muestra de su incapacidad para enfrentarse a la realidad de la tragedia; también evidencia una desconexión con la desesperación del pueblo que representa.
El tercer y más indignante aspecto es el uso de la catástrofe como moneda de cambio política. Sánchez ha intentado chantajear al principal partido de la oposición, sugiriendo un trueque en el que se compromete a conceder las ayudas a los damnificados a cambio de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Es inconcebible que, en una situación en la que se requiere toda la colaboración institucional y política posible, el presidente de un país ponga el sufrimiento de sus ciudadanos sobre la mesa de negociaciones para conseguir una ventaja política. Este gesto revela un nivel de mezquindad sin precedentes. Si bien el cálculo electoral es una constante en toda administración, es inaceptable cuando se juega con la vida y la dignidad de personas que han perdido todo. Los momentos de crisis demandan que los líderes estén a la altura de las circunstancias y, en este caso, Sánchez eligió aprovechar la tragedia para sus propios intereses.
Estos tres episodios no son accidentes ni malentendidos, sino parte de una actitud y estrategia que han definido el mandato de Pedro Sánchez. Su obsesión con el poder y su inclinación a anteponer los beneficios políticos a las necesidades del pueblo son evidentes. Desde que asumió el liderazgo, sus decisiones han sido sistemáticamente calculadas para consolidar su posición, sin importar el precio ni las consecuencias para los demás. Esta visión a corto plazo, donde lo único relevante es mantener la silla, pone en entredicho su capacidad para liderar el país en tiempos de crisis. La indiferencia que ha mostrado ante la catástrofe de la Comunidad Valenciana es una clara muestra de ello.
En los años venideros, cuando se hable de las devastadoras inundaciones del Levante, se recordarán los gestos de los vecinos que ayudaron, de los equipos de rescate que arriesgaron su vida, y de aquellos ciudadanos que lo dieron todo sin esperar nada a cambio. Pero también se recordará a un presidente que falló a su gente en su momento de mayor necesidad. Pedro Sánchez pasará a la historia no solo por su cinismo, cobardía y mezquindad, sino también como un ejemplo de lo que no debe ser un líder en una democracia moderna.
Jesús Fontes, Javier Jiménez, José L. García de las Bayonas, José Izquierdo, Blas Marsilla, Luis Molina, Palmiro Molina, Francisco Moreno, Antonio Olmo, José Ortiz, Francisco Pedrero, Antonio Sánchez y Tomás Zamora.
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