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Lo que se llevó el viento

Como tantos otros temas que surgen a diario, el problema del racismo es de cultura

Domingo, 21 de junio 2020, 09:14

El disparatado mundo en el que vivimos ha cobrado recientemente un ejemplo de lo más notorio. Ahora resulta que el clásico de todos los clásicos, 'Lo que el viento se llevó', es un peligro para la humanidad: por lo que parece, muestra a las claras una sociedad en donde los negros son esclavos, seres pintorescos de habla chocante, y apariencia siempre inferior. Vaya por Dios. Resulta que un pedazo de actriz, como Hattie McDaniel, intérprete del papel de Mammy, criada de la excelsa huera Scarlett O'Hara, es el símbolo más evidente del desprecio de una raza. Por cierto, a pesar de su Oscar a la mejor actriz secundaria, tuvo que seguir la ceremonia desde una discreta mesa, lejos de las estrellas níveas. Han tenido que pasar 81 años para que nos demos cuenta del hecho, y que la prestigiosa distribuidora de una película que ganó diez Oscar decida que lo mejor es no volver a exhibirla en las televisiones de todo el mundo. No vaya a ser que los nenes de tres o cuatro generaciones después se conviertan al racismo con todas sus consecuencias. En algunos medios han calificado a los que han tomado esta decisión como 'nuevos talibanes'.

Y ¿todo esto por qué? Pues porque un policía descontrolado ahogó a un hombre negro que fue detenido por intentar pagar con un billete de 20 dólares supuestamente falso; esto sucedió poco después de haberse recuperado del coronavirus. La muerte de George Floyd, víctima del caso, ha sacudido al mundo entero, no solo por la crueldad del hecho en sí, sino por su significado. Que no es otro que en Estados Unidos, en el mundo entero, sigue vigente la diferencia de razas, como sigue vigente la diferencia de clases. A pesar de los pesares. Conozco medianamente bien el tema, por haber estado en universidades de negros en Atlanta, en barberías en el Midwest con rótulos que prohibían la entrada a latinos, en peligrosas calles del Bronx neoyorquino. He visto tratar mal a camareros de color en hoteles de grandes cadenas, por haber servido un café templado. Y me he alegrado cuando actores y actrices negros escalan los primeros puestos del firmamento de Hollywood. O jueces y juezas negros merecen los más altos cargos de la judicatura norteamericana. O un político negro llega a la Casa Blanca. Sin embargo, está tan introducida la tradición esclavista en aquel enorme y hermoso país, tan arraigada la desconfianza hacia las personas de color, tan diferente su trato en más ambientes de los que sería de desear, que me provoca terrible desazón pasajes como el vivido en Minneapolis.

Como tantos otros temas que surgen a diario, el problema del racismo es de cultura. Antes del ciclo de Troya ('Ilíada' y 'Odisea') hubo otro sobre Tebas, cuna de Edipo, protagonizado por un guerrero llamado Memnón, procedente de Etiopía. Era negro el primer héroe del cantar de gesta más antiguo del mundo, dato ratificado por Irene Vallejo. Y como aquel, no pocos de los protagonistas del Antiguo Testamento eran negros. Lo que me recuerda el famoso estribillo de una canción protesta de los años sesenta: '¿De qué color es la piel de Dios?'.

La literatura, como el cine, ha supuesto un peligro para determinadas ideologías. Hechos como el que estamos tratando, ni tienen tiempo, ni tienen fronteras. Recordemos la quema de libros en la plaza de la Ópera de Berlín, en 1933, por los seguidores del nacionalsocialismo de Hitler. O las piras de libros que formaron los chicos de Mao en la famosa plaza Roja de Pekín, en los años sesenta. Pero es que, apenas hace un año, sacerdotes polacos quemaros ediciones enteras de Harry Potter... Las hogueras, las reales y las virtuales, siempre han estado presentes a la hora de terminar con el enemigo.

Y mientras, 'Lo que el viento se llevó' no se podrá ver. Pero, ¿por qué no también 'Centauros del desierto' por su ataque violento a la entidad humana de los indios? ¿O películas en las que chinos y japoneses son más malos que la sarna? ¿O tantas otras de similar condición? Muchas de ellas, verdaderas obras de arte, no identifican tema con mensaje, como sucede con la mayoría de las obras de arte. No hay que mezclar churras con merinas.

Habrá notado el lector y lectora que poco o nada tengo de racista. Quizás por ello, el destino me ha dado un nieto de origen etíope, como Memnón, al que adoro de la misma manera que él me adora.

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