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Quisiera ser optimista y mandar un mensaje mínimamente positivo en plena pandemia, pero en cuestiones educativas, que es mi campo, me temo que las malas noticias caen a diario, como nos gustaría que lloviera en nuestros campos. La lista de despropósitos va siendo larga y cada día se nos anuncia una nueva genialidad del Gobierno central, que ahonda en problemas viejos y, lejos de resolverlos, los empeora aún más.
La última genialidad ha sido la auto-enmienda que se ha puesto el PSOE a la propuesta de su propio Gobierno de nueva ley educativa, que pretende sacar adelante la señora Celaá. El Estado pasaría ahora a controlar tan solo el 50% del currículo educativo en las comunidades con lengua cooficial y el 60% del resto, tras un acuerdo con el PNV y ERC. Ahora mismo, el Ministerio de Educación al menos controla las asignaturas troncales, por lo que se podría pensar que se aseguran unos mínimos educativos comunes para todos los niños y jóvenes españoles; pero si se aprueba el proyecto se ampliará aún más la brecha entre unos territorios que, se supone, conforman un país soberano único.
La situación será kafkiana, ya que en un mundo en el que ya no cabe más globalización tendremos expertos en historia o geografía regional en cada comunidad, con competencias supinas en lenguas cooficiales; aunque no hayan dado una sola clase en un idioma, el español, que hablan ya 580 millones de personas, según el Instituto Cervantes. Si al menos se tomara un itinerario internacional, con competencias potentes en inglés, lo entendería mejor, pues ayudaría a nuestros hijos a integrarse en una realidad que está ahí, pero no es el caso. El nacionalismo y el regionalismo paleto ganan.
Ya se esfuerzan mucho a este respecto todas las comunidades autónomas, y digo ahora todas, que frenan la movilidad del profesorado haciendo coincidir las fechas de las oposiciones. La consigna es que vengan solo los nuestros, aunque con ello renunciemos a atraer talento y mejorar la competencia, para que entren los mejores educadores de nuestros vástagos. En mi último artículo, de hace poco más de un mes, ya les comentaba algo parecido sobre las desastrosas consecuencias que tendrá la decisión del ministro de universidades de permitir que las CC AA acrediten por su cuenta a los profesores universitarios, al margen de la agencia nacional existente.
Precisamente en el ámbito universitario, los diferentes contenidos y exigencia del Bachillerato entre comunidades ya están causando estragos y la cosa va a ir a peor, ya que incrementar las diferencias de contenidos impedirá aún más la movilidad de estudiantes. Además, con propuestas como la que está encima de la mesa se aleja aún más la posibilidad de recuperar una prueba de acceso a la universidad (EBAU) común a lo largo del país; como venimos reclamando algunos hace mucho. No entiendo címo algunas comunidades autónomas permiten sin rechistar la asimetría de tener las mejores medias en los informes PISA y los peores resultados en la EBAU, que se dedican a hinchar otras comunidades para sus alumnos, que copan las mejores notas finales y se llevan plazas por toda España sin haber demostrado ser mejores. Esto sería inconcebible en algunos países como China o Corea, donde la selectividad única para todos es un acontecimiento de importancia nacional y paraliza el país por unos días. No es centralismo, es asegurar la igualdad de oportunidades.
Para más inri, las comunidades, empezando por la Región de Murcia, ya están anunciado una relajación en la próxima Ebau con la excusa de la Covid. No tardará en ser imitada por otras, en una loca carrera para ver quién baja más el nivel ¿Y quién pierde en todo esto? No lo duden: nuestros hijos, sea cual sea el lugar donde vivan.
Vamos al revés con el curso de la historia. Los gobiernos liberales se esforzaron en el siglo XIX en unificar criterios, simplificar leyes y tumbar fronteras interiores de los viejos reinos peninsulares. Con sus defectos, dieron los primeros pasos para crear una sociedad más permeable, donde los ascensores sociales empezaran a funcionar, independientemente de tu origen familiar o de dónde hubieras nacido. Ahora parece que encontramos cualquier excusa para levantar barreras entre los españoles. Volvemos a los reinos de Taifas, con la excusa a veces de acabar con los vestigios del centralismo franquista, cuando lo que se está horadando a diario es el proyecto de España como país y los objetivos que marcaron los padres de la Constitución y el pacto de la Transición. Las comunidades autónomas debían servir para vertebrar España, no para disolverla.
Algunos nos sentimos muy defraudados, porque creíamos que íbamos en otra dirección. En el camino de saldar nuestra deuda con la historia construyendo una sociedad moderna, abierta, respetuosa, culta y Europeísta. Pero, ¿dónde queda Europa y sus ideales en un jardín de egoísmos patrios, o peor, nacionalistas, donde los que quieren devolvernos al Medievo ganan día a día?
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