Ver lejos para volar alto
ISAGOGE DE MELA ·
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ISAGOGE DE MELA ·
Hay políticos muy valiosos, pero en esta precaria situación se precisan dirigentes de altos vuelosDeambulando por las grandes avenidas de Nueva York, en medio del inconfundible e incesante ruido de fondo de los martillos neumáticos de las obras callejeras, ... de las sirenas de las ambulancias, de los camiones de bomberos o de los coches de la policía, de las máquinas de aire acondicionado o de los suaves ladridos de los abundantes y simpáticos canes de todas las razas inimaginables (al igual que la variedad de etnias de sus dedicados dueños) y forma sorpresiva, a lo lejos y desde lo alto, escuché obstinados graznidos que se me antojaban familiares.
El pasmo fue que para ver qué o quién emitía esos sonidos persistentes había que levantar mucho la cabeza. Con asombro, confirmé que mi memoria auditiva estaba en lo cierto. Sí, esos martilleantes graznidos correspondían a gaviotas. Y sí, efectivamente eran gaviotas comunes, pero gaviotas que volaban alto, que se contorneaban por encima de los rascacielos de tamaño mediano, esos de veinte a treinta plantas, como el famoso edificio Flatiron, al lado del coqueto parque de la Plaza Madison.
Las gaviotas de Manhattan se han adaptado a su medio ambiente y, aunque 'solo vuelen para comer', deben volar más alto para sobrevivir. Solo desde esas altitudes más elevadas pueden otear el horizonte con la perspectiva y la distancia que, de otra manera, la mayoría de los edificios les ocultarían. Indudablemente, me evocaron a Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, y pensé en su odisea de volar más alto para poder conocer y alcanzar las anheladas libertad, verdad y perfección y, en definitiva, ser más feliz. Y es que la perfección no tiene límites y hay que buscarla desde nuestra limitada existencia terrenal. Únicamente hay que querer, ser tenaz y mirar al futuro, a veces con rodeos, pero sin dudas ni ambages.
El arte de volar se aprende si se quiere aprender, sobre todo si se tienen obligaciones y responsabilidades con la comunidad. Volar por encima de los obstáculos que nos coartan la libertad. Ascender para no perder la perspectiva. Ascender para, desde la lejanía, reconocer el panorama y sus confines, consiguiendo no solo vislumbrar los atolladeros sino, con habilidad y destreza, buscar las soluciones que permitan esquivar las contrariedades. Volar y ascender para despegarse del lodo que arrastra y que calamitosamente enfanga en un pegajoso limo. Volar para elevarse, ligeros de equipaje, despegando las alas hacia el futuro. Un futuro que existe y que brinda nuevas oportunidades si se está enfundado de compromiso y de generosidad.
En este veleidoso 2022, el futuro se debe construir con madurez y sensatez. La prensa diaria preludia un futuro incierto que amedrenta al comparar estas noticias con las de los años de la supercrisis de 2008. Se dice que, económicamente, España está en una zona borrosa y que no se distingue con claridad el porvenir al que nos han abocado tantas circunstancias adversas. Las estimaciones económicas son negativas. No solo la técnica subida de la prima de riesgo, sino los efectos de la inflación en el bolsillo de cada contribuyente. Ciudadanos que viven día a día con el continuo incremento del precio de los carburantes, de las hipotecas, de la luz o de la cesta de la compra, impidiendo otear el futuro con optimismo.
Nuestra sociedad, que durante la pandemia se ha esforzado, y se esfuerza cada día, de forma disciplinada, necesita gobernantes de talla. Dirigentes con miradas que estén por encima del cortoplacismo. Gobernantes responsables, que no miren por ellos mismos, sino por toda la población, sin olvidar a los más vulnerables. Necesitamos mujeres y hombres de Estado, con vocación de servicio, comprometidos con el bien común y que sean capaces de establecer alianzas. La grave situación económica lo exige, ya que, si no se actúa al unísono, el futuro será poco halagüeño para muchos de nuestros conciudadanos.
Hay políticos muy valiosos, pero en esta precaria situación, se precisan dirigentes de altos vuelos: 'salvadoras' y 'salvadores' de todos los colores, que, como Juan Salvador Gaviota, tengan agallas y que, con pundonor, vuelen alto para ver más lejos y vean lejos para volar más alto. Que tengan el valor de volar no solo para comer, sino que 'asciendan' y vuelen tan alto como sea necesario para encontrar soluciones para todas y para todos, y centrados en que esas soluciones no sean solo a corto plazo.
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