El lavado ético
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DIGO VIVIR ·
La vieja caridad mal entendida, que se practicaba dando a los necesitados los sobrantes, ha dado hoy un paso adelante hacia la solidaridadConocen los amables lectores mi prevención contra el exceso de palabras foráneas derivado de la invasión de anglicismos en nuestro idioma. Sin embargo, ello no ... me impide reconocer la rapidez e ingenio del inglés en la creación de nuevos términos, a la vista de que cualquier tendencia social, práctica nueva o descubrimiento científico son concretados en vocablos que, de inmediato, son exportados al resto del planeta.
Recientemente, he tropezado con la palabra 'greenwashing', literalmente, 'lavado verde', que responde a la estrategia de multinacionales y empresas de limpiar la imagen deteriorada por los daños que sus actividades provocan en el medio ambiente, lanzando campañas mediáticas donde asumen supuestos compromisos con la etiqueta de lo ecológico, 'lo verde'. La palabra es nueva, el fenómeno que designa es viejo, pues los poderosos han tenido por norma disfrazar comportamientos deleznables asociando sus actividades con causas nobles. Cuando niño, solían aparecer en la prensa fotografías de señoras de alta sociedad –la caridad era cosa de mujeres– acudiendo a barrios depauperados con abrigos de visón para socorrer a los menesterosos. Todavía, anualmente, en Madrid, personas de la nobleza y la burguesía emergente organizan rastrillos solidarios en Navidad para los niños pobres. En los periódicos, empresas que comercian con nuestra intimidad como Facebook anuncian etéreas solidaridades con los necesitados, y, en mitad de una indignante subida del precio de la electricidad, que destruye empresas y empobrece los hogares, Endesa publicita su compromiso con las abejas. Eso antaño se llamaba, cuando menos, hipocresía.
La vieja caridad mal entendida, que se practicaba dando a los necesitados los sobrantes, ha dado hoy un paso adelante hacia la solidaridad, algo radicalmente distinto, pues supone compartir un poco de lo propio (bienes materiales, afectos, tiempo, atención) con los desposeídos. El Evangelio de Lucas ya sugería: «El que tiene dos capas comparta con el que no tiene ninguna».
La caridad no es negativa, al contrario, a falta de algo mejor debe ser bienvenida. Pero la caridad, e incluso la propia solidaridad, son imperfectas, precisamente por ser voluntarias, por lo que deberían sustituirse por la justicia, que es un imperativo moral y, por tanto, obligatorio. Yo reemplazaría ese lema equívoco, 'lavado verde', por otro de idéntico sentido crítico pero de mayor alcance, 'lavado ético', una estrategia que se practica en numerosos ámbitos del mundo económico.
Los 'lavados éticos' son una maniobra de 'aseo' de la mala conciencia de nuestras sociedades. No sólo los practican empresas, oligopolios e instituciones sino que han calado en el tejido social. Recuerdo conciertos de música multitudinarios como el que se hizo por Bangladesh en 1971, organizado por George Harrison y Ravi Shankar en el Madison Square Garden de Nueva York, conciertos que siguen reproduciéndose cada dos por tres en nuestro país y en Europa en favor de cualquier motivo humanitario: la infancia, los desahucios, las enfermedades graves, los repetidos cataclismos: terremotos, volcanes, inundaciones... El resultado: un dinero que no soluciona los problemas si no va acompañado de la justicia y el compromiso práctico de los Gobiernos con los damnificados.
Hace meses, se divulgó una sandez, una insulsa invención venida de América y propagada 'ad infinitum' por las redes: los retos o desafíos, en inglés 'challenges'. Unos de carácter estúpido como lamer un helado puesto a la venta ('Ice Cream Challenge') y devolverlo a su lugar original para que un cliente posterior se lo coma. Los hay supuestamente solidarios, como el 'Ice Bucket Challenge', que me produjo particular irritación por tener un amigo cercano aquejado por la enfermedad a la que se pretendía ayudar. Consistía en difundir vídeos donde una patulea de famosos, entre juerga, risas y algazara, se volcaban encima un cubo de agua helada como signo de lucha comprometida contra la devastadora ELA. Los famosos 'lavaban' así su conciencia, creyendo haber contribuido a combatir este mal, cuando lo correcto hubiese sido entregar parte de su hacienda para investigar la enfermedad o apremiar, desde su liderazgo e influencia social, a Gobiernos y empresas a destinar fondos para erradicarla.
Quizá me equivoque, pero no veo adecuado concitar solidaridades a través de actividades lúdicas. Ni organizar cenas benéficas para paliar el hambre (estaría dispuesto a admitir como ejemplo de empatía practicar ayunos severos contra el hambre). No veo claro que sirvan para concienciar el alma social los bienintencionados conciertos de música, las carreras pedestres, los rastrillos populares, las subastas de todo tipo. Muchos de ellos podrían acogerse al lema 'por la diversión hacia la caridad'. Entiendo que son algo positivo pero insuficiente, pues solo sirven para adormecer la propia conciencia, sin apenas efectos prácticos sobre los problemas contra los que se actúa.
Muchas expresiones, además de reflejar la realidad, se cargan de connotaciones críticas, de denuncia. El 'lavado verde' y el 'lavado ético' ponen en la picota algunas de las dudosas solidaridades de nuestro tiempo.
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