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La semana pasada se montó la mundial en Twitter por culpa de, o mejor dicho gracias a, Toni Cantó. Haber sido el ídolo de masas ... de toda la generación de 'boomers' debe de ser algo complejo de sobrellevar cuando tienes que lidiar entre el insulto de un transeúnte de extrema izquierda cualquiera y la constatación evidente de que ese mismo sujeto pasó toda su adolescencia deseando furtivamente que Dios le concediera molar tanto como él.
No voy a entrar a hacer un recorrido por la carrera política de Toni Cantó, particularmente porque desde que le conozco opinión sus postulados han sido esencialmente los mismos, y si han variado algo ha sido porque, como todo el mundo normal hace, a medida que ha ido haciéndose mayor ha entendido que la verdad, que es una, se encuentra a la derecha del Padre en la Biblia y a la derecha del PSOE en la vida terrenal normal.
Hace unos días el ya expolítico presentó el primer programa de su nuevo 'talk-show', que es algo así como una versión mejorada de lo que hace Wyoming cada noche en 'El Intermedio' con la salvedad de que aquí hay algún que otro guionista que no vota a Podemos. Es curioso cómo podemos tolerar como si fuera perfectamente normal que todos los programas de información pública relevantes tengan una clara inclinación ideológica hacia la izquierda y hasta el más conservador del lugar lo asimila como normal, pero cuando aparece alguien siquiera cercano al centro incluso en el corazón del 'voxista' más puro hay un leve punzamiento, como si atreverse a decir un par de verdades en televisión fuera cometer un pecado imperdonable en la religión del 'statu quo' socialdemócrata.
La semana pasada, como les decía al comienzo del artículo, las redes sociales ardieron porque se viralizaron un par de vídeos de su programa. En ellos Cantó hacía un par de reflexiones políticas, entre las que destacaba una sobre la nueva 'ley trans'. En el 'sketch' presentaban fotos de hombres que decían haber transicionado a mujeres simplemente afeitándose y poniéndose pintalabios rojo, a lo que Toni respondía preguntándose por qué debería ser delito que digamos que eso, maquillarse, no convierte a un hombre en una mujer: en todo caso le convierte en un hombre maquillado al que le gusta disfrazarse de chica. En el propio vídeo añade la explicación de que nadie tiene derecho a meterse en los sentimientos de los demás, y que si ese hombre se siente mujer tiene perfecto derecho a ello, pero los demás no tenemos por qué compartir su parecer y mucho menos tener responsabilidad penal por entender que, con independencia de la opinión de Irene Montero, las personas con órganos reproductores masculinos y genes XY son varones de manera irremediable.
Es perfectamente debatible si la postura que defiende Toni Cantó es correcta o incorrecta, e incluso quizás alguien es capaz de entender y defender correctamente la postura política de Irene Montero sin sonrojarse. Lo que desde luego es bochornoso es que, tal y como ocurrió la semana pasada en Twitter, se pida la práctica cancelación social, que es el nuevo eufemismo de mandar a alguien al ostracismo, simplemente porque crea que tiene derecho a opinar lo que quiera sin que el PSOE le vise la carta de raciocinio moral.
El problema de esta cuestión es que montar un proceso inquisitorio contra un señor como Toni Cantó da igual, porque además de ser un actor famoso de reconocido prestigio y uno de los políticos más virales de España, tiene el suficiente acomodo económico como para que todo le dé igual; pero cuando el que osa refutar las verdades oficiales es un señor de Molina de Segura que simplemente piensa por sí mismo, a ver quién le recompone la vida cuando la jauría se confabula para arruinársela simplemente por discrepar.
En medio de mil y una campañas contra el acoso escolar, los mismos mayores que se escandalizan cuando un niño llama imbécil a otro se dedican a desear la muerte hasta al último familiar indirecto de cualquier tipo español que ponga un tuit un poquito distinto a «qué guapo es Pedro Sánchez y qué suerte tenemos con él». Y lo peor, que es gravísimo a la par de tristísimo, es que lo hacen con la connivencia absoluta de personas como nosotros que miramos hacia otro lado solo porque ahora la lapidación no nos toca a nosotros.
Esta sociedad casposa, puritana y ultraconservadora es horrorosa de soportar. A ver si gobierna de una vez la derecha para devolvernos el progreso y la libertad.
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