La vacuna oportunista
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LA ZARABANDA ·
Es la que ahora se ponen los refractarios, para poder echar los pies por altoResulta curioso que muchos de los que se negaban a vacunarse se muestren ahora dispuestos.
–¿Ha dicho curioso? Lo que pasa es que han ... recapacitado y, como consecuencia de ello, rectificado.
No acabo de verlo yo así, qué quiere usted que le diga. El negacionismo, al ser una convicción que juega a la contra de lo que parece razonable, suele mostrarse irreductible. Incluso tozudo. No se aviene fácilmente a la normativa, aun cuando haya evidencias que la avalen. En este terreno (como ocurre en política o en el ámbito familiar) lo mejor es no discutir. Allá cada uno con su particular tole-tole.
Al hacer profesión sectaria de una idea por muy desacreditada que sea, el individuo, conforme le insistes en que se baje del burro, lo que hace es apretar más las piernas a la panza del animalico.
–Es que son tremendos.
Bueno, verá usted. No debemos enfadarnos. Cada uno es muy libre de opinar a su aire. Una cosa es cierta: el negacionista no debería poner en peligro a su vecino, por ejemplo transmitiéndole una enfermedad. Por eso, algunos países donde, sin embargo, la gente es más liberal que nosotros, las autoridades han tomado medidas, negándoles circular como si fueran los más sanos del mundo.
Incluso 'en esta España nuestra' (como titula el cuasi paisano Chencho Arias el libro que presentó ayer en Murcia), cuando se ha empezado a exigir el pasaporte Covid para acceder a ciertos ocios, muchos renuentes están pasando por el aro. No es que hayan perdido su arraigada convicción anterior. Lo que les pasa es que la necesidad de divertirse puede más. Y así tenemos que, desde que se implantó el trámite, la lista de vacunados ha ido a mayores.
Lo que está ocurriendo ni es nuevo, ni debe mover a extrañeza. Uno suele andar derecho, diría que hasta saleroso, mientras no le duele nada. Pero, cuando le molesta el zapato, son muy escasos los que no acaban descalzándose y retirando la china. Este cambio que digo conviene que se reciba con naturalidad, me refiero sin restregarle en la cara nada a nadie. ¿Qué pasó con el hijo pródigo cuando finalmente volvió a casa? Pues eso.
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