Los Reyes Magos reculan

–¿De qué frontera hablamos?

Pues, hombre, como ellos vienen por tierra (subir los camellos en un avión no dejaría de ser un engorro), están aparcados en los Montes Pirineos, que la separan de Francia. El frío allí reinante les ayuda, quieras que no, a tener la mente despejada para poder tomar la mejor de las decisiones. Mientras eso ocurre le han concedido a sus camellos el privilegio de esquiar en Baqueira Beret.

Hay dos motivos (o uno de esos dos) para que los Magos desistan y se vuelvan por donde vinieron. Uno es el jodido virus Ómicrón, que lo ha puesto todo patas arriba. Y otro la noticia de que, en el Madrid liberal de Ayuso, un par de loritos han sido rescatados de la cocina de un restaurante, cuando estaban a punto de pelarlos para meterlos en la cazuela.

–¡No joda!

No debería sorprenderse en lector. Ya le advertí de que los tiempos que corren no son los mejores para nadie. Y desde luego que los loros no iban a ser una excepción. Si nos fijamos, nunca lo fueron. Ese empeño en hablar y no parar de estos pájaros hace que incluso los más animalistas pierdan los nervios. De modo que los Magos están en una tesitura complicada. O reculan por culpa del endurecimiento de la pandemia (a pesar de que a los tres les han clavado la tercera dosis) o por el disgusto que les procura el suceso de los loritos. Y así es, explicado a grande rasgos, cómo está la situación.

–¿Pero los loritos viven?

Ya le he dicho que se escaparon del cocimiento por plumas. Si alguien no hubiera dado la voz de alarma, ahora mismo estarían en los estómagos de comensales exquisitos. La furia del virus arrasador preocupa mucho a los Reyes.

Y en esas estamos.