Cuando el pleno es un retrete

Si han de ser estos, y con estas maneras, quienes resuelvan los problemas de los ciudadanos, apague usted y vámonos. ¿Cómo podrán los gestores apoyarse en la mesura y la discreción, si cambian estas por la grosería y el insulto? ¿Qué resultados beneficiosos para el común de los vecinos podrán derivarse de unos sujetos que usan las instituciones como quien se sienta en el retrete?

Nos acaban de decir a los de abajo, desde las instancias, que hemos entrado en una mala coyuntura (así es como la llaman). Con esa palabrica pretenden anunciarnos que, covids aparte, nos toca pasarlo mal. Sube la luz, sube el carburante, suben los alimentos, como anticipo de posteriores subidas en una larga cadena de bienes y servicios, que asumirán como suya esa carestía, provocando inflación y lágrimas. Las economías muy débiles (que cada día son más) no podrán soportar unos precios que estarán por más arriba de las nubes.

Para que la coyuntura no se haga eterna, deberán ser los que se ofrecieron para gobernarnos quienes procuren solventar mil y un problemas. ¿Y dónde están esos, si no es vomitando improperios en los debates que inventaron para que todo mejorase? No ya para que seamos felices. Únicamente para que no sea nuestro destino morirnos de asco.

Somos miméticos. Tendemos a ver el mundo copiando a 'los de arriba'. Haciendo nuestras sus maneras. De modo que, cuando en el Congreso de los Diputados se impone el guirigay, las provincias se vuelven gallineros, como nación de naciones que se dice que somos. Ya dijo Goya (y se nos ha repetido más que suficientemente) que «el sueño de la razón produce monstruos». Los sucesos de anteayer son la evidencia de que nuestros políticos (esperemos que no todos) se pasan la vida durmiendo la borrachera del sentido común.