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Un pito y una espada

LA ZARABANDA ·

José María Galiana hizo de lo murciano canción

Lunes, 6 de abril 2020, 02:23

Desde hace días circulaba por los móviles que José Mari Galiana estaba 'mu malico'. En Murcia decirlo de esa manera significa que la vida de alguien está en serio peligro. Quienes lo queríamos, no insistíamos en conocer detalles por entender que, si no hablábamos demasiado del asunto, la muerte pasaría de largo. Pero no. Casi al alba de un Aute también ido, un Domingo de Ramos sin ramos, tomó la palma y (a los sones del pasodoble que le hizo al torero solícito que fue Cañitas) emprendió su viaje a las estrellas.

Cuando entraba en faena, se transfiguraba. Todos los segundos de sus días y buena parte de sus noches quedaban pintados con los colores de su inspiración. Una vez se presentó en mi casa a las cinco de la madrugada, feliz como un chiquillo que trinca un juguete sardinero ('un pito y una espada son un tesoro', a fin de cuentas). Traía bajo el brazo la maqueta del elepé que había grabado en Barcelona con los músicos de su amigo Juan Manuel Serrat. Y comoquiera que había quedado a su gusto, despertar al amigo para contárselo era hacerle un favor.

Todo lo que oliese a Murcia le interesaba. Tomaba una murcianía cualquiera y enseguida hacía florecer una canción nueva. El que fue tripulante de Selene le puso música y letra al Entierro de la Sardina, a partir de una peliculilla que hicimos juntos. Cuando, demasiado pronto, el alzhéimer lo pilló descuidado, atravesándolo el peor de los mil toros que toreó en sus crónicas de LA VERDAD, dejó de ser él mismo.

Cada vez que nos encontrábamos, con Mercedes amorosamente al quite, después de un abrazo apretado (lo natural entre quienes se guardan fidelidades), tenías que pasar por el calvario de ver cómo disimulaba para no ser descortés (¡Dios, y qué sensibilidad!), por si acaso se le notaba que no tenía ni zorra idea de quién diablos eras. Por su parte, él ya estaba sin estar en el mundo. Fíjate que hasta podía extraviarse en el cogollo de su Murcia tan cantada, si el paseo no era el más sencillo: desde Santo Domingo hasta la Catedral.

Desconcierta que lo haya corneado un virus chino esquizotímico y tan desconsiderado.

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