Entre odios y violencias

Decía yo que la empresa resultó esclarecedora, porque el aristócrata supo entrar en lo que se llama 'el alma rusa', que era un alma, al menos en otro tiempo, a la que había que echarle de comer aparte. A la literatura universal le viene muy bien que se escriban cartas como esta, donde la observación de la realidad entra en el fondo de las cosas y, encima, con tan excelente estilo literario.

Escribió Custine que «el embrutecimiento de los espíritus es una consecuencia de la degeneración del principio religioso». El autor no se refiere tanto a religiones concretas (aunque también), como a una determinada manera de entender la vida. Se incluye aquí el espíritu que emana de la Naturaleza. Un conocimiento en cierta manera religioso, que nos mueve a ser cuando menos civilizados. Últimamente, bajo los efectos de la pandemia y puede que también debido a un miramiento exagerado de las pantallas digitales, los individuos coincidimos en comportarnos de una determinada manera. Muchos autores atribuyen a la Naturaleza ese espíritu que se encuentra en las religiones (y en el paisaje), que nos mueve a ser ni más ni menos que 'buena gente' o 'gente de bien'. Es como un soplo interior que nos sugiere una forma de vida que llamaré evolucionada. Reprimiendo en nosotros lo que es malo para la convivencia y estimulando lo que ayuda a soportarnos los unos a los otros. Y también, desde luego, a soportarse uno a sí mismo.

Cierta violencia verbal y física que se detecta en la sociedad actual, pudiera deberse a ese embrutecimiento al que se refiere el Custine.

–¡Deje ya de hacer el gilipollas con estas filosofías baratas!

¿Se da cuenta el lector de lo que le estaba diciendo? Para que vea.