Como si fuera Navidad

En llegando el viernes por la tarde, el personal salió pitando a donde quiera que fuese, pero lejos de la aburrida salita de estar. Los cuerpos, necesitados de aire libre, exigían explayarse. Y también las mentes buscaban ansiosas paisajes nuevos. Así no habrá que ir al psicólogo o incluso al psiquiatra. Algo que, tristemente, está sucediendo ahora mismo. Sobre todo entre la gente más joven.

El puente ha coincidido con la apertura, el domingo, de la Gran Vía Salzillo, en la capital. Por un lado, algunos conductores impenitentes se han cogido un buen cabreo. Por el otro, parece que ha habido éxito de público. En fin, lo nuevo siempre atrae. Sacar una alfombra, extenderla sobre el duro asfalto (como si lo hicieras en la playa) y colocar encima a las criaturas, puede ser una experiencia muy satisfactoria.

Las fiestas son islas de asueto y disfrute, en el proceloso océano que es la pandemia. Cualquier cosica que se salga de lo habitual se convierte en recreo.

–Veremos a ver si no se nos viene encima una ola.

Muchos quieren creer que, caso de haberla, no será tan gorda como las precedentes. Pero es que no queda más remedio que recibir alguna ráfaga de viento en el rostro. Estar de contino pendiente del virus resulta agotador. No es bueno sacar los pies del tiesto, pero bajar la guardia siquiera un poco alcanza la categoría de necesidad. Estos días descansas del telediario. Y puedes dedicarle tiempo a comentar, en optimista tertulia, cómo Luis Enrique ha logrado componer una Selección muy apañada.