La Murcia colorá

Lo primero que tenemos que hacer es asimilar el fenómeno, sea meteorológico, sea ideológico, por así llamarlo. Si fuese lo primero, no hay más que hablar. El coche se te queda hecho un dolor, que parece que fuera un níspero. Pero, bueno, más se perdió en Cuba. Ahora bien. De ser lo segundo, habría que tentarse la ropa. Atienda el lector a la jugada. En el caso de que el color que han tomado Murcia y sus alrededores en el comienzo de la semana, anunciara o anunciase algún suceso importante, digo yo que tendría que ser algo bueno. Porque, vamos, cosas malas (incluso malísimas, diría yo) es que ya no caben más en este desgraciado planeta.

Primero fue la crisis que inauguró la banca aquella de Wall Street, y nos hizo a todos más pobres. Después vino la pandemia, que la tildaban de invento chino, aunque parece que no. Y finalmente tiene lugar la guerra de Ucrania, que tiene toda la pinta de querer ponerlos encima de la mesa porque sí.

–Para que el mundo vea lo chulo que soy.

Correcto. De modo que, calamidades, las justas. Porque, en medio de todo esto, padecemos el estado de agonía en que se encuentra el pobrecito Mar Menor. Más lo de nuestro Teodoro, que no ha dicho ni pío después de aquello. A mí me parece que es un activo que, si no el PP galleguizado, San Esteban debería aprovechar. Y más todavía no estando como no estamos sobrados de lumbreras políticas.

Veamos el porvenir de Murcia desde otra perspectiva. La coloración naranja/níspero tirando a rojizo/tomate es un aviso del Cielo. El cual nos anuncia (en technicolor y cinemascope) que todo se nos va a enderezar más pronto que tarde, y volverán las oscuras golondrinas / en nuestro balcón sus nidos a colgar.