Los 'quiénes' de la muerte del Trasvase
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Menos mal que Saavedra Fajardo sujetaría la airada desesperación de los murcianosDecíamos ayer que el subdirector general de Planificación Hidrológica se equivocaba con nosotros (y con nuestros vecinos de Alicante y Almería) cuando comentó que, si ... el Ministerio hubiera tenido intención de echarle el tablacho al Trasvase, ya lo habría hecho. Ayer me tocó replicarle aludiendo al 'qué' de esta manida cuestión. Y le prometí hablar hoy del 'quién'.
Los 'quiénes' por así decirlo, somos 'personas humanas'. Gentes que, en teniendo algo de agua, te convierten el desierto que fuimos en el vergel que somos. Sufridores de los que doblan el lomo y soportan solaneras. Y que se las apañan para que una gota de agua rinda el mil por uno. Y esto no es discurso de índole ministerial y espesa, sino la feliz realidad de una acojonante producción de frutas y verduras.
Pues verá usted, jefe. Retirarles el agua del Tajo (que incluye las defecaciones de la Corte, supongo que depuradas) a quienes la venimos comprando desde hace tantos años, es aún peor que quitarle un caramelo a una criaturica. Dejarnos secos y condenarnos así a una aridez tipo Argelia, sepa el director general que traería consecuencias graves. Y que el ostiazo no quedaría en un '¡Válgame Dios, qué mala pata!' o '¡Qué desgraciadicos somos!'. Y tampoco nos pondríamos en boca y lloros aquel desgarrador: '¿Pa qué quiés que vaya?', que exhaló el murciano a quien el pedrisco le arruinó la viña.
'¿Me está usted amenazando?' –preguntará quizás, puesto en jarras, el subdirector general–. Nada de eso. Violencia, ninguna. No relucirán navajas, como sucedió tantas veces con las disputas de agua. Don Diego no nos lo permitiría.
–¿Quién es ese don Diego?
¡Coño! ¿Quién va ser? Pues don Diego Saavedra Fajardo. Él predicó una gobernanza inteligente y benéfica, desde la cátedra de Algezares, haciéndonos comulgar, no con ruedas de molino, sino con aquello tan verdadero de que 'cuatro cosas son dos pares'. Lo que quiero significar es que, sin agua, estos territorios (con sus personas dentro) quedarían arrasados por la miseria, secándose al sol como los pimientos del pimentón. Y temo que entonces nos disparen desde arriba un decreto obligando a los murcianos, una vez desasistidos, a desalar... ¡el Mar Menor!
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