Cuando todo se hace mixtos
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El Gobierno rectifica: sí que existe la zona catastróficaDesde que me conozco (si es que me conociera, que esa es otra) existe la zona catastrófica. Es una manera contundente y expresiva de nombrar ... un lugar afectado por algo muy dañino. A quienes les toca soportar una pérdida importante, les gusta decir zona catastrófica, por entender que define en su justa medida lo que ha sucedido.
Pero a los gobiernos no les agrada que nombremos por su verdadero nombre lo catastrófico. Y entonces se pone en marcha el eufemismo estatal. La zona catastrófica siempre tuvo muy buena prensa. Solo con nombrarla damos por supuesto que los perjuicios son importantes. Y cuanto más importantes parezca que son, los de arriba tendrán que ayudar con una mayor generosidad. Esta denominación venía funcionando con normalidad, para referirse a circunstancias extremas. Cuando sucede algo grave, al pobre damnificado se le llena la boca con solo estas dos palabras. A las autoridades y a las compañías de seguros, en cambio, se les ponen los pelos de punta.
Hace unos años, el Gobierno decidió matar la zona catastrófica, en la creencia de que lo que no se nombra no existe. Así es que se hablaba de cuantiosos daños, notables pérdidas y cosas semejantes. Pero la verdad es terca. Y por bajo mano, quienes soportaban las consecuencias de una catástrofe seguían identificando el perímetro afectado con las dos palabras de siempre. Mientras, los que tenían obligación de aportar las ayudas se resistían como gato panza arriba a admitir una situación de catástrofe. Les asustaba la simple mención de esos dos términos malditos.
Hasta que, anteayer mismo, durante la visita que hizo al Ebro desbordado, Sánchez se refirió con todas sus letras a la zona catastrófica. Lo cual, quieras que no, mueve a que los damnificados esperen algo más de las instancias, que cuando eluden decir y usar la denominación maldita. Las inundaciones que se están produciendo en Navarra, Aragón y Cataluña son muy gordas. Es justo y necesario que se llamen por su verdadero nombre. Lo mismo que en los Estados Unidos, tras la hecatombe de los tornados, que los científicos adjudican al cambio climático.
Resuelvan, pues, lo mejor que puedan, pero llamando las cosas por su nombre. Quiero decir sin pasarse de listos.
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