Isabelita Perón Ayuso
LA ZARABANDA ·
Para servir a Dios, a usted, a Madrid y, si se tercia, al resto de las EspañasSecciones
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LA ZARABANDA ·
Para servir a Dios, a usted, a Madrid y, si se tercia, al resto de las EspañasLa ves en la tele, dejas lo que estés haciendo, improvisas una pancarta con un cartón y una caña, y sales pitando hasta Génova gritando ... vivas. Cuando eso lo hacen tres mil, según la policía municipal, son cinco mil los que se reúnen en la calle, lo que, quieras que no, sacaba de quicio a Casado y Teodoro. Porque esas cinco mil adhesiones que digo, dirigidas a Isabelita, equivalen a cinco mil latigazos para los otros dos.
Hasta llegar a conclusiones tan entusiastas como las que hoy traigo a colación, hay que ponerse delante de la pantalla, esperar a que salga ella y observarla bien. Quiero decir inquisitivamente. Depositando en la chica toda nuestra atención. De momento (ignoro cómo se las apaña), Isabelita se presenta con gestos y ademanes de niña un poco aturdida por lo que está sucediendo en el PP. Las cosas que dice –«nos estamos desangrando»–, su particular manera de expresarlo, el movimiento de los ojos, la forma de colocar los labios, el tono de su voz, la carita en fin de una muchachuela vapuleada por tiacos groseros y chillones, nos predispone de inmediato a su favor. Un ramito de violetas nos está pidiendo sin pedirlo abiertamente.
–Yo, que soy apolítico, si dispusiera de violetas en esos momentos, rendido a sus pies se las ofrendara.
Le doy la razón al lector. Nadie con alguna sensibilidad puede sustraerse a la atracción que provoca Isabelita en el espectador. ¡Y cómo nos trastea los sentimientos! Viene a ser como si su presencia suscitara en nuestro interior la misma añoranza que esa canción tan blandita que reza, interpretada por Paloma San Basilio: «No llores por mí, Argentina, / mi alma está contigo. / Mi vida entera te la dedico, / más no te alejes, te necesito». (Léase cantándola).
Desde la salita de su casa, el espectador tiene que convencerse a sí mismo de que él mismo es Argentina y ha de generar pucheros, poco antes de ponerse a llorar. Tenemos que hacer abstracción de que es San Basilio la que canta, cambiando su figura por la de Isabel Díaz Ayuso, transfigurada a su vez en Isabelita Perón. Fin de la cita.
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