Igual se enzarzan
LA ZARABANDA ·
Solo el hombre (que presume de inteligente) tropieza siempre en el mismo tanqueSecciones
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LA ZARABANDA ·
Solo el hombre (que presume de inteligente) tropieza siempre en el mismo tanquePregunta el camarero, en la terraza a la que obliga el virus: '¿Qué tomará hoy el caballero? ¿Rusofobia o rusofilia?'. Y responde de esta manera ... el aposentado, pues resulta que es sensato: 'Póngame una marinera para acompañar la caña, y no se hable más'. Dentro del local, la tele acaba de manifestar, por boca del ministro de Exteriores de Putin: 'Se percibe en el ambiente una actitud rusofóbica'. Y el camarero, que lo ha escuchado, es bromista y algo leído ha tomado buena nota para incluir en el menú de aperitivos el amor a Rusia o su contrario.
¡No me jodaaaas! Teniendo como tenemos encima una pandemia que no acaba de irse, más un cambio climático que cada vez está más cerca, ¿cómo es que nos ponemos a jugar a la guerra? Y todo por una tontá. Que si no me arrimes tanto la tropa, que si no me la arrimes tú a mí, que si nos la arrimamos ambos. Y en España, fìjate, fardando de belicosos: 'Ha salido una fragata desde Cartagena, con destino al Mar Negro. Y otra más desde el Ferrol'. Y el pequeño Putin, que está armado hasta los dientes, ha enviado qué se yo las fuerzas a la frontera con Ucrania.
Regresa triunfante la vieja historia de la Guerra Fría entre Oriente y Occidente. Como si no tuviésemos otra cosa en la que pensar. Como si fuéremos chiquillos que se aburren. Como si el panorama mundial estuviese para meterse en guerras. Insisto: Lo de la Covid sin resolver, la inmigración lo mismo y el clima enseñando más que la oreja... Esto por decir algo, pues desde anteayer nos amenaza un peligro nuevo y muy escandaloso.
–No me asuste usted, jefe.
No es ese mi ánimo, pero a la fuerza ahorcan. Resulta que se nos anuncia una posible invasión de cotorras argentinas.
–Dirá usted 'son majas por fuera', mostrando colores verdes como los del Betis y amarillos como los del Villarreal. Animalejos que te dan ganas de ponértelos sobre el hombro, como el pirata del cuento. Pero que son dañinos. Aparte de cotorrear, deterioran donde anidan y traen enfermedades.
–¡Jesús!
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