Menos blablá y más hacer algo

–Pero es muy cierto que la autoridad...

Vamos a ver. Los que se encargan de gobernarnos pueden hacerlo mal o bien. Cuando sucede lo primero, todo lo que de ellos depende deja de funcionar como Dios manda. Ninguna pepla se soluciona, aparecen otras nuevas y, en fin, la situación termina siendo insoportable. Es normal que los de abajo les echemos la culpa por su ineficacia. Pero una vez dicho eso, ¿qué ganamos con pasarnos la vida repitiéndolo? Si la queja se vuelve manida no surtirá efectos.

En el caso del Mar Menor, como en tantas otras calamidades, lo que hace falta es ponerse a trabajar. Y no de cualquier manera, sino con conocimiento de causa. Sin bañarse en el catastrofismo. El problema de nuestra laguna no es del todo achacable a los que ahora mandan. Viene de lejos. Durante largo tiempo nos han trasteado los de un partido y otro. Ninguno está libre de pecado. Por eso, cuando la oposición descalifica por sistema al que gobierna, mejor haría reprimiéndose y ayudando a enderezar lo torcido. Si unos y otros se enzarzan en discusiones vanas y absolutamente estériles, no hay modo de deshacer entuertos.

A estas alturas, el mensaje de Greenpeace está más que sabido y sirve de bien poco. Hay que trabajar para que el Mar Menor vuelva a ser como antes. Y eso solo se conseguirá si todos arriman el hombro. No a lo loco, ni buscando obtener pequeños éxitos con ánimo de hacerse la propaganda. Necesitamos actuaciones serias, acerca de cuya eficacia se rindan cuentas puntuales a los ciudadanos. No podemos pasarnos la vida entre el blablá y el quiero y no puedo. Con el Mar Menor y con todo lo demás.