El largo adiós del franquismo
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La Moncloa y Ferraz saben perfectamente que la democracia en España no empezó el 20 de noviembre de 1975En mi libro 'Memoria selectiva', cuya lectura, por supuesto, recomiendo encarecidamente, titulo así su capítulo segundo: 'El largo adiós del franquismo'. Allí trato de explicar ... que, según mi percepción personal, cuando el 20 de noviembre de 1975 murió en El Pardo el Jefe del Estado, Francisco Franco Bahamonde, muchos españoles se alegraron de esta muerte, porque podría significar el principio de un cambio político trascendente, que se aspiraba a que consistiese en la instauración de una democracia moderna, homologable en Europa, que proclamase los principios y derechos en los que quiso basarse la II República, y que fueron arrumbados por la Guerra Civil. Este sector de la sociedad estaba integrado por los antifranquistas de siempre, que perdieron la guerra, y que habían perseverado defendiendo sus ideales en la clandestinidad o en el exilio. A estos se les sumaron los demócratas convencidos, que, aunque hubiesen estado en el bando de los vencedores, y aunque hubiesen vivido tranquilamente durante el franquismo, estaban convencidos, sin embargo, de que el régimen personal y autoritario de Franco no podría sobrevivirle, y que, entonces, muerto Franco, no había más futuro para España que la democracia.
Sin embargo, ese 20 de noviembre de 1975 había otro sector muy numeroso de la sociedad española que lamentó profundamente la muerte de Franco. Por una parte, se trataba de la gente del régimen, personas perfectamente integradas en el sistema político impuesto por Franco, bien porque habían sido los ganadores de la Guerra Civil, o bien porque supieron hacer méritos para ser considerados del régimen. Pero, por otra parte, a este grupo de personas, más o menos politizadas, se les sumaban en 1975 muchos millones de españoles que también lamentaron la muerte de Franco. No por razones políticas, sino puramente existenciales: habían vivido, en un bando o en otro, los horrores de la Guerra Civil. Y tenían pánico de que esta tragedia se repitiese, y de que los españoles no fuésemos capaces de convivir en paz y en libertad. Con Franco no había libertades políticas, pero al menos, estaba garantizada la paz. Pues bien, a todo este sector de la sociedad, a los que eran del régimen de Franco, y a los que no lo eran, pero vivían en silencio y en paz, se les llamó entonces el «franquismo sociológico». Todos ellos compartían el respeto por el pasado y el miedo por el futuro.
El franquismo sociológico se prolongó durante muchos años después de la muerte de Franco: las Cortes Orgánicas, el Movimiento Nacional, los sindicatos verticales, las propias Fuerzas Armadas, todavía dirigidas por los que habían ganado la guerra, ofrecieron mucha resistencia a los cambios políticos. Y, a su vez, esta resistencia era apoyada por un amplio sector de la población, que tampoco quería los cambios. De ahí que fuese tan difícil y delicado ese proceso que hemos llamado 'Transición'. Costó mucho trabajo convencer a ciertos sectores y a ciertos estamentos de que el único futuro político posible para España era la democracia.
Si el franquismo no murió con Franco, a primera vista puede resultar exótico y disparatado que Pedro Sánchez y su equipo quieran conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Franco como el principio de la democracia. No nos llamemos a engaño: La Moncloa y Ferraz saben perfectamente que la democracia en España no empezó el 20 de noviembre de 1975. Quizás el primer paso hacia la democracia se produjo siete meses después, cuando en junio de 1976, Don Juan Carlos I cesó a Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno, y nombró a Adolfo Suárez González, con el encargo de desmantelar el régimen de Franco. Después vino la arriesgada y audaz Ley de Reforma Política, que permitió las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. Ahí sí que comenzó la democracia, y esa sí que sería una buena fecha para conmemorar... O bien, cuando se aprobó la Constitución de 1978; o bien cuando fracasó el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981... Cualquiera de esas fechas tendría más sentido que la conmemorásemos, que no la de la muerte de Franco. Entonces ¿por qué se han empeñado en hacerlo el Gobierno y el PSOE?
En mi opinión, se trata de una cuestión de política coyuntural. Las encuestas le van mal al PSOE. El franquismo sociológico ya no existe. Pero sí que hay un franquismo subyacente, latente, hibernado, que pudiera ser reactivado en el corazón y en la mente de jóvenes que no vivieron ese periodo histórico. Tendemos a idealizar lo que desconocemos. Esta conmemoración de la muerte de Franco que nos propone el PSOE vendría a operar como una especie de conjuro, como un esfuerzo para informar a los más jóvenes y evitar así que se alimente la nostalgia de un pasado que ellos no vivieron. Y también, quizás, y en cierto modo, se trataría de una calculada estrategia electoral: hablar de Franco no va a incrementar el número de franquistas, pero sí que va a conseguir consolidar muchos votos de la izquierda. Por cierto, que falta les hace.
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