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El presidente de los Estados Unidos amenaza al mundo con aranceles. Según los analistas económicos, este delirio proteccionista puede desencadenar una guerra comercial global, que acabaría con el sistema de libre comercio que se instauró en Bretton Woods, después de la II Guerra Mundial. Sin ... embargo, antes de alarmarse demasiado, en mi opinión, habría que plantear tres dudas:
1. La primera consiste en determinar si de verdad Trump piensa aplicar esos aranceles o, por el contrario, se trata sólo de un instrumento de amenaza para conseguir otros fines políticos, como el control de la inmigración o la erradicación del narcotráfico. Desde luego, como instrumento de amenaza, la advertencia de imposición de aranceles ha resultado muy eficaz en relación a Colombia, Canadá y México, que se han plegado enseguida a las exigencias de Trump. Lo de China es otra cosa. Los chinos no se han dejado intimidar. Lo que está en juego no es sólo el comercio, sino la hegemonía económica y política mundial.
2. La segunda duda es si Trump se cree realmente que, con esas subidas de los aranceles, va a conseguir beneficios tangibles para la sociedad estadounidense. Una de las razones por las que le han votado masivamente, ha consistido precisamente en su promesa de acabar con la inflación, y conseguir que las clases medias recuperen su poder adquisitivo. Pero los economistas advierten de que, con esta cerrazón arancelaria, subirán los precios de muchos productos y servicios, repuntará la inflación, y habrá más gente en Estados Unidos abocada a la pobreza. Con lo cual, es muy probable que cuando Trump se convenza de estos efectos negativos de su política comercial, decida dar marcha atrás.
3. Y la tercera duda consiste en determinar cuáles son las intenciones de Trump en relación a la Unión Europea. Hasta ahora, el presidente de los Estados Unidos se ha limitado a decir que, en su momento, también va a aplicar los aranceles a los productos y servicios que vengan de Europa, aunque no ha concretado cuándo va a cumplir esta amenaza, ni en qué porcentaje aplicará los aranceles, ni a qué bienes y servicios. Sería deseable que esto no llegara a ocurrir nunca. Por dos razones: primera, porque el flujo comercial entre Europa y Estados Unidos es, cuantitativa y cualitativamente, el más importante del mundo. Y, segunda, porque Europa y Estados Unidos, por afinidades políticas, son aliados naturales. Aunque, visto el talante del personaje, todo es posible. Y haría muy bien Europa en prepararse para afrontar malos tiempos.
En todo caso, cualquier manifestación de la peor versión de Donald Trump no debería pillarnos por sorpresa. Y creo yo que los líderes europeos son conscientes de ello. El lunes de esta semana, se convocó una reunión informal del Consejo, a la que se invitó al primer ministro británico, Keir Starmer, y al secretario general de la OTAN. Se acordó, con prudencia, que habría que esperar a lo que Trump finalmente decidiera, pero dejando claro que Europa estará siempre dispuesta a negociar.
De todas formas, lo que importa destacar es que me da la impresión de que tenemos ya perfectamente definida una estrategia para hacer frente a los delirios proteccionistas de Trump. La expuso, el pasado 21 de enero, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en un magnífico discurso que pronunció en el Foro de Davos. Como frontispicio del discurso, Von der Leyen dejó claro que, pase lo que pase, Europa no va a renunciar a sus principios, a sus valores democráticos y liberales, que constituyen la base ideológica de la construcción europea. Ahora bien, esto no va a impedir abrirnos al mundo, e incrementar nuestra cooperación con todos aquellos Estados con los que obtengamos beneficios mutuos. Dijo la presidenta de la Comisión que nuestros valores no cambian. Pero para defender nuestros valores en un mundo cambiante, debemos cambiar nuestra forma de actuar. Razones ideológicas no nos deben impedir cooperar con China, ampliando nuestros lazos comerciales y de inversión, pero sin descuidar que tenemos que intentar reducir los riesgos de dependencia.
Además de este incremento de la cooperación internacional, el segundo eje de la estrategia europea para responder al desafío de Trump consiste en incrementar la integración comunitaria en tres áreas específicas, que destaca en su discurso la presidenta: primera, la construcción de un auténtico mercado común de capitales. Actualmente, el ahorro europeo anual es de 1,4 billones de euros (el ahorro anual de los estadounidenses es sólo de 800.000 dólares anuales). Hay que conseguir que el ahorro europeo se quede en Europa. Segunda área: favorecer la investigación y la innovación, con un marco normativo uniforme en todos los Estados de la Unión, con la finalidad de no depender de nadie en materia de tecnologías avanzadas. Y, tercera área, hay que completar la unión energética, para reducir costes y ser más competitivos.
En mi opinión, esta estrategia es la adecuada para hacer frente al vendaval Trump. Desde luego, la aplicación de aranceles hará sufrir mucho a las economías europeas. Pero tiene razón Úrsula Von der Leyen: todo esto nos hará más fuertes.
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