Juan de la Cierva
REBELDÍA MURCIANA ·
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REBELDÍA MURCIANA ·
Costará años, dinero, recursos y cruentas batallas políticas. Pero al final, después de todo, ganaremosHasta una edad demasiado vergonzante como para reconocerla delante de todos ustedes, esta articulista que les escribe pensaba que Juan de la Cierva era un ... IES de Murcia denominado así por vaya usted a saber qué cuestión azarosa.
Jamás en el colegio me hablaron de él, ni vi en la entonces 7RM o en TVE regional ningún documental al respecto, ni las lecturas de verano recomendaban escuchar, siquiera sucintamente, algo relacionado con el inventor. Pasa parecido, aunque en menor medida, con el conde de Floridablanca, cuyo estudio en Murcia se restringe al que cualquier español podría hacer desde Bormujos, Cuenca o Irún al analizar la trayectoria gubernamental de Carlos III.
Dejar al mero azar que generaciones y generaciones de murcianos ignoren que tuvimos un compatriota del género de Juan de la Cierva es un crimen cuya autoría no corresponde al actual equipo de gobierno, que por cierto para la próxima legislatura está en disposición de enmendarlo, sino a todos los que desde años atrás han restringido el estudio de nuestra identidad regional a conocer todos los afluentes del río Segura al paso por cada uno de los 45 municipios con sus respectivas sierras y cordilleras. Nos comemos con patatas figuras cuasi irrelevantes como Lluis Companys y estamos a puntito de que alguien reclame temarios específicos sobre el Cantón de Cartagena, pero nuestro mejor legado al mundo pasa casi inadvertido probablemente porque ni nosotros mismos nos llegamos a creer que un murciano haya podido ser tan decisivo en el avance hacia el mundo moderno como lo fue De la Cierva con el autogiro.
El calamitoso Gobierno de España acaba de prohibir al regional denominar a nuestro aeropuerto con su nombre. Fíjense ustedes que el de Barcelona, al que conocerán como El Prat, en realidad se llama Josep Tarradellas-El Prat. Es decir, que para la denominación de un espacio de transporte aéreo es más importante el nombre de un presidente regional que el del inventor de facto del helicóptero. Y además con la peregrina excusa de que al parecer Juan de la Cierva tuvo relación con el franquismo a pesar de que su muerte se produjo en 1936, apenas unos meses después de que estallara la guerra y, por supuesto, con su invento más que desarrollado para fines que nada tenían que ver con los militares o de combate.
La obligación moral de un territorio como el murciano ante semejante bochorno histórico y moral debería ser, en primer lugar, la insurrección del Gobierno regional, al que por supuesto pueden prohibir la denominación oficial del aeropuerto pero no así la cartelería, la denominación en los discursos y hasta el homenaje público a una figura que deberíamos aspirar con urgencia a que fuera transversal. El ataque a Juan de la Cierva lo es al intelecto murciano y a la contribución de una comunidad autónoma pequeña, pero leal con el resto de España, que ha aportado a nuestra cultura y desarrollo común a personajes de una trascendencia incomparable.
Hablar del orgullo de Murcia no es hacerlo de nuestras playas, que también; de nuestra historia, que por supuesto; de nuestra gastronomía, indudable; o de nuestra riqueza, que ojalá fuera mayor. El mejor servicio que podemos hacerle a la Región es poner en valor que somos la tierra de Juan de la Cierva, igual que lo somos de Floridablanca, de Arturo Pérez-Reverte, de Alejandro Valverde y de Carlos Alcaraz. Los territorios son sus accidentes naturales y sus grandes gobernantes, pero sobre todo son los habitantes que, sin necesidad alguna de ser trascendentes, han cambiado el curso del presente y futuro de nuestra vida y ocio.
Cuando el Gobierno de España ataca a Juan de la Cierva por motivos espurios no ataca a un inventor ni a su familia, ataca a todos los murcianos. Porque negarle a la Región el mejor homenaje que le puede hacer al mejor de los nuestros es tanto como despojarnos de un elemento esencial de nuestra identidad, que no es otro que el inmenso talento que durante años hemos exportado con la humildad y la lealtad de una tierra que no aspira a ser más que nadie, pero que nunca más va a tolerar que nos traten con el desprecio al que nos tienen acostumbrados.
Costará años, dinero, recursos y cruentas batallas políticas. Pero al final, después de todo, ganaremos. Juan de la Cierva, Murcia y, por ende, ustedes. Que se preparen para la batalla.
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