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Este artículo quiere rendir tributo a quien, junto a su inseparable amigo, prematuramente fallecido en 1996, Amos Tversky, preside, sin duda, el panteón de los ... padres intelectuales de la disciplina que conocemos como economía del comportamiento o conductual y que, hoy día, de hecho ya está integrada en la economía 'mainstream'. De ahí que me haya tomado la libertad de parafrasear en la cabecera de esta necrología suscitada por el reciente fallecimiento de Daniel Kahneman, el título que recibió en su edición española el libro de Michael Lewis (autor de 'Moneyball', que luego se llevaría al cine, protagonizada por Brad Pitt): 'Deshaciendo errores: Kahneman, Tversky y la amistad que nos enseñó cómo funciona la mente'.
Kahneman fue laureado en 2002 con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel por «haber integrado en la ciencia económica los conocimientos de la investigación psicológica, especialmente en lo que se refiere al juicio humano y la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre». Este es, de hecho, el 'momentum' o impulso fundacional de la economía del comportamiento. No es desacertado, por tanto, que en España se titulase una de las obras de Richard Thaler –otra de las deidades del Olimpo conductual, también Nobel de Economía en 2017– como 'Todo lo que he aprendido con la psicología económica', pues en realidad el ADN de la disciplina es psicológico.
Si bien podemos rastrear el genoma de la economía conductual en las obras de, entre otros precursores, Adam Smith, John Maynard Keynes y, muy particularmente, Herbert Simon, son las aportaciones de Kahneman y Tversky, Tversky y Kahneman, tanto monta, monta tanto, las que han permitido obtener «mapas de racionalidad limitada», tal y como el propio Kahneman proclamó en la conferencia que impartió durante la ceremonia de concesión de su Premio Nobel.
Aunque Kahneman ha efectuado aportaciones valiosas al margen de las logradas durante su fructífera colaboración con Tversky, son las fraguadas entre ambos las que le hicieron merecedor del Nobel; aportaciones que se resumen en dos grandes hitos: el programa de investigación en heurísticas y sesgos y la llamada teoría 'prospectiva'.
Las heurísticas son atajos mentales, una forma rápida (y ecológica, es decir, adaptada al medio) de razonar que en la mayoría de las ocasiones conduce a decisiones satisfactorias (p. ej. cuando un médico en la puerta de urgencias tiene que decidir en segundos cómo estabilizar a un paciente en estado crítico), pero que en determinados casos desembocan en errores sistemáticos que denominamos sesgos. Un ejemplo claro lo brindó la pandemia de covid-19 cuando en las etapas iniciales de propagación del coronavirus atribuíamos al mismo contagiosidad y letalidad propias de un virus muy conocido, el que teníamos más disponible en nuestra mente, el virus de la gripe. De ahí que la heurística que hay detrás de este sesgo reciba el nombre de heurística de disponibilidad, siendo una de las tres descritas, junto a la heurística de representatividad y al sesgo de anclaje y ajuste insuficiente, en el trabajo seminal que Tversky y Kahneman publicaron en Science en 1974.
La originalidad de este programa de investigación en heurísticas y sesgos no solo radicó en su propio objeto, sino también en la metodología (inédita hasta ese momento) que Kahneman y Tversky desplegaron, consistente en contrastar hipótesis previas basadas en reglas racionales como, por ejemplo, el teorema de Bayes, mediante preguntas hipotéticas formuladas a una muestra de individuos. Si Einstein tenía sus experimentos mentales o Gedankenexperimenten, mediante los cuales dio forma a su teoría de la relatividad, Kahneman y Tversky tenían sus experimentos hipotéticos con los que cartografiaron la arquitectura de la cognición. Ese 'Pensar rápido, pensar despacio' que Kahneman convertiría en un best-seller en 2011.
El artículo de Tversky y Kahneman (1974) es, según una reciente publicación, el tercer trabajo más influyente en economía conductual. El segundo sería el célebre libro 'Nudge' de Thaler y Sunstein. Y el más citado, en lo alto del podio, sería el artículo que Kahneman y Tversky publicaron en 1979 sobre teoría prospectiva. Esta teoría está considerada como el modelo descriptivo de las elecciones humanas, en contextos de riesgo e incertidumbre, más poderoso de que disponemos. Así, muchas de las paradojas o desviaciones en las elecciones observadas con respecto a las predichas por la teoría normativa por excelencia –la teoría de la utilidad esperada– pueden explicarse a la luz de los principios psicológicos introducidos por Kahneman y Tversky. Estos principios son tres: en primer lugar, las preferencias individuales son contingentes o relativas a un punto de referencia, con respecto al cual los resultados potenciales de las elecciones son evaluados como pérdidas o como ganancias; ligado a esto, en segundo lugar, las pérdidas pesan más que las ganancias, un principio denominado 'aversión a las pérdidas'; por último, las probabilidades se procesan subjetivamente de un modo no lineal.
Todos estos principios psicológicos, modelados matemáticamente como parte de funciones de utilidad prospectiva, han permitido explicar, por ejemplo, decisiones en finanzas que contribuyen a alumbrar y exacerbar burbujas especulativas, así como, también, han servido para indicarnos cómo deben comunicarse riesgos a la población –como los presentes en una pandemia– con el objeto de que los ciudadanos adopten conductas preventivas.
Kahneman y Tversky, dos brillantes científicos cuya amistad realmente sirvió para cambiar nuestra percepción de cómo razonamos y procesamos la información. Como el filósofo utilitarista Jeremy Bentham afirmase: «Pero yo he plantado el árbol de la utilidad. Lo he plantado profundamente y lo he extendido ampliamente», bien podemos decir de estos dos gigantes que plantaron profundamente el árbol de la economía del comportamiento, y que lo extendieron hasta límites insospechados.
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