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¿Dónde estabas tú el jueves 11 de marzo de 2004? Pasado mañana se cumplen veinte años del mayor atentado terrorista de la historia de ... España, una herida en nuestra memoria colectiva que se llevó la vida de 192 personas. Estudiantes y currantes como tú y como yo que se agolpaban en cuatro trenes de cercanías a hora punta. Es imposible exagerar la envergadura de ese trauma en nuestra sociedad, el miedo y la ira extendida sobre el conjunto del pueblo, ya que los objetivos se seleccionaron meticulosamente para hacer del conjunto de la gente trabajadora de España –nativa o extranjera, con o sin estudios, de uno u otro sector– víctima del terror. Como se repitió tantas veces aquellos días, todos y todas estábamos en los trenes, entrando a Atocha, o al Pozo del Tío Raimundo, desde Alcalá de Henares o Guadalajara, y las caras y los nombres de los asesinados, que los medios reproducían continuamente a modo de humilde homenaje, eran tan comunes y parecidos a los nuestros que resultaba imposible no sentir el cuerpo desbaratado allí sobre las vías y los restos del vagón.
Al inmenso trauma colectivo de los atentados siguió otro menor: el del vuelco electoral tres días más tarde. E incluso un tercero: el fracaso del sórdido intento de manipular a la opinión pública española, haciéndonos creer que ETA había sido la responsable. Voy a añadir un cuarto: el de la prensa afín al Gobierno de Aznar que sostuvo el bulo durante años y sigue a día de hoy sin pedir perdón a sus lectores y su sociedad.
La intoxicación informativa masiva que asociamos a las nuevas tecnologías ya estalló en nuestro país hace veinte años, en la época de los politonos. Noticias más falsas que un billete de seis euros no te llegaban a través de tu primo el 'despierto' por el grupo familiar de WhatsApp: te las traían en portada ciertas cabeceras conservadoras, a cinco columnas. Muchas cosas se rompieron, en nuestro panorama político y mediático, a raíz del 11M. Se cruzaron líneas rojas. Del plácido turnismo a lo Cánovas y Sagasta que había caracterizado el período posterior a la Transición pasamos al todovalismo. Demasiadas cuerdas empezaron en este momento a tensarse. La credibilidad de la clase política y de los medios de comunicación empezó a hundirse encuesta tras encuesta, para desplomarse solo unos pocos años más tarde, con la crisis financiera y las primeras noticias de la 'Gürtel'.
Pero me voy a quedar con otra cosa. Con algo que me emocionó en su día y me sigue emocionando hoy y me protege todavía, como una vacuna contra la pandemia de cinismo, veinte años después. La respuesta que le dimos –como sociedad, como país, como clase trabajadora– a los atentados. La ola de solidaridad a pie de calle. Las manifestaciones del día 12, que reunieron a once millones de personas por todas las ciudades. El operativo policial, y el macrojuicio, que contra viento y marea, contra una presión política infame y su correspondiente intoxicación mediática, nos esclareció lo ocurrido. Los homenajes. Las asociaciones de víctimas. Las reacciones. El 'No a la guerra'. La reclamación de la verdad. La movilización en las urnas ante lo que entendimos como un engaño vergonzoso. Devolver una agresión así con justicia y reparación, sin belicismo, sin islamofobia, sin ansia de venganza. Exactamente la respuesta contraria a la que los terroristas querían provocar. Lejos de mí el patrioterismo y el pulseretismo, pero quiero decir que, en el peor momento de su historia reciente, mi país estuvo a la altura; y tal vez no esté de más, ahora que están a punto de cumplirse veinte años, acordarse de toda esa gente nuestra (de 17 nacionalidades diferentes, sí, pero nuestra, nuestra hasta las lágrimas) que fue asesinada de la forma más inhumana y miserable. Y a quienes honramos como fue debido, con derecho y democracia, no colocando a la nación en la senda del odio. Y enviando un mensaje colectivo no exento de hermosura: si alguna vez me subo al tren equivocado, que nadie use mi muerte para fabricarse venenos.
En una carta a un amigo, el escritor ruso David Vygodsky, Antonio Machado anotó para la posteridad que «en España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva». Otra efeméride reciente: Machado murió hace 85 años. Que los aniversarios y los homenajes sirvan para algo. Que nos empujen en dirección a algún futuro digno. Que nos curen alguna herida. Que nos enseñen una cosa o dos.
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