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La sensación es horrible. Como quedarse atrapado en el derrumbe tras un terremoto o, peor, en un barco que se hunde. A veces vuelven a ... mí esas memorias espeluznantes, se cuelan en mis pesadillas y me provocan un escalofrío que me congela la médula espinal. Cuando esto ocurre suelo despertarme gritando ayúdeme madre y empapado de sudor frío. ¿Y qué memorias son esas? Pues obvio: las de la vez que se me ocurrió meterme en reformas. Sí, toda una experiencia. Y además de verdad.
Para añadir diversión a la cosa, mi cuñado me convenció de cambiar de contratista a medio reformar, ya con el suelo levantado y la fontanería a la vista. El nuevo maestro de obra, un señor mayor con mucha experiencia, vino con ideas. Ideas que no tenían por qué coincidir con las mías, que ya a aquellas alturas solo quería terminar los trabajos cuanto antes para poder volver a dormir en mi cama. El hombre miraba los planos y decía «tsk». Yo lo miraba a él y también decía «tsk», pero para mis adentros, no fuera que le sentara mal y se me alargara la cosa otro mes entre pitos y flautas. Cómo os diría. Yo ya no me mordía las uñas, no. Lo que mordía era masa ósea. Y empezaron a pasar cosas. Cosas raras. Lo primero que noté era la manía que le tenía el señor al anterior contratista. Intentar hablar con él era entrar en rumiación: qué azulejo más mal puesto, este poyete no está ni a nivel, etc. Pase. Luego le noté que iba poniendo pegatinas de su empresa en cada cosa que terminaba. Cristal puesto, pegatina que te crio, etc. Pensé que eran cosas de contratistas. Pero un día entro a casa y veo que ha colocado una losa diferente en el vestíbulo. ¿Perdone y esta losa? Hombre es que la otra era una mierda. ¿Pero y estos materiales quién los va a pagar? Eso ya se verá a su debido tiempo. ¿Cómo que ya se verá, qué es esto de cambiar los planos sin preguntarme? Yo esto lo he hecho tras el correspondiente proceso participativo. ¿Participativo? ¿Y quién ha participado? Claro está: su cuñado.
Luego vino el día en que me quitó unas puertas recién puestas entre el comedor y la cocina. ¿Oiga y mis puertas nuevas? ¿No se da cuenta de que así se me llena el salón de humo? Qué humo ni qué humo, su salón necesitaba urgentemente recuperar la normalidad, no se da cuenta de que está usted reduciendo la libertad de su comedor con esas puertas. Más o menos por aquella época empecé a perder pelo, dejé de afeitarme, de planchar y de llegar a mi hora al trabajo. Mi novia, mi jefe y mi terapeuta me dieron un ultimátum, pero yo estaba fatal de los nervios y solo quería que acabase la reforma de una vez. Cada vez que visitaba mi casa salía en shock y me metía a un bar. Fue allí, en el mítico El Sur, donde una madrugada vi la luz. Mientras me ayudaba a encontrar la salida a la hora de cerrar, Isra me dio el consejo que lo cambió todo. Y dicho y hecho. Al día siguiente me presenté en mi casa, le di un abracito al contratista y le susurré al oído: «Muchas gracias, Pepe. Qué maravilla de reforma me estás haciendo. Eres el mejor».
Tal vez va siendo hora, viendo el rumbo casi erótico que está tomando esta historia, de bajarnos aquí. Para ser totalmente honesto he de decir que más que autoficción era alegoría. Ah, que ya lo habíais pillado. Ejem. Bueno, en fin. Retomando. Plan de movilidad urbana de Murcia. José Francisco Ballesta Parera. Barrio de El Carmen (que en la parábola era mi salón porque, como también sabéis, soy carmelitano). Llevamos un trajín esta semana que seguramente habríamos hecho mejor pidiendo asilo en El Sur. Por un lado, se ha cumplido el plazo de alegaciones al Plan Especial de la estación, esa peli de terror cochista que nos presentó el Ayuntamiento a finales de julio. Por otro, la finalización de las obras de la nueva (y preciosa) Gran Vía contrasta con el Puente Viejo de Sarajevo que nos tiene montado el alcalde: ahora cierra, ahora abre, ahora adoquines, ahora arco, ahora tapa todo que viene la Gensanta. Por todo el barrio la misma pregunta: ¿aquí qué están haciendo? ¿Carril bici, carril bus, carril coche, carril romería? ¿Oye y los fondos europeos habrá que devolverlos? ¡Viva la Virgen de la Fuensanta! como respuesta a todas las plegarias y un nivel de populismo, opacidad, improvisación, megalomanía y pataleta casi tan irrespirable como una boina de contaminación. Eres el mejor, José Francisco. Pero acábame esto ya, majete. Por lo que valga.
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