Una motosierra llamada libertad
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¿Qué tienen en común el brasileño Bolsonaro, el argentino Milei y el holandés Wilders? Que el nombre de sus partidos incluye la palabra libertad¿Pueden las palabras padecer inflación? Vaya que si pueden. Se ponen de moda, empiezan a decirse más de la cuenta, su contenido semántico se ... va deformando, acaban valiendo para todo y, al final, no se sabe ni de qué estás hablando cuando hablas de coches sostenibles (tremendo oxímoron), o dices que tal o cual producto es orgánico, o te presentas a unas elecciones bajo el lema de la libertad. ¿Qué tienen en común el brasileño Bolsonaro, el argentino Milei y el holandés Wilders? Efectivamente, que el nombre de sus partidos incluye la palabra libertad (y que sus programas la recortan). Pero ¿cómo puede un político de extrema derecha usar así una palabra que pisotea con cada posicionamiento, con cada decisión? Pues ya te digo. Por la inflación. Se nos rompió el significado, de tanto usarlo. Como los coches ecológicos. O los sanjacobos congelados orgánicos. O los ultras de la libertad.
Si la palabra libertad es, digamos, La Tacones de los términos devaluados por abuso de los mismos, no se queda muy atrás la que os traigo hoy: revolución. En manos de publicistas con las neuronas cansadas, todo en esta vida es una ídem: la revolución de la depilación, llega la revolución a la telefonía móvil, esta bebida isotónica es revolucionaria. Todo, salvo quizá una guillotina, o un cañonazo del acorazado 'Potemkin', es revolucionario. Y no digamos ya en las revistas de tendencias, donde no hay revival estético o síntoma de precariedad postmoderna (ya sea la vuelta de las hombreras o la gente que comparte piso a los 40) que se libre de su correspondiente sello de autenticidad jacobina. La cosmética masculina. Clases de perrear para chicas de flequillo y rebeca. Quedar para ver telenovelas turcas. La 'app' de ligar por IA adaptada a los geriátricos. Lo que se te ocurra. ¿Lo puedes pensar? Es revolucionario. Ea.
Todo esto lo digo porque he decidido no ponerle el dichoso adjetivo a esta idea de que os quería hablar en este 'Espejismo', y que no es otra que la 'aurea mediocritas' (dorada medianía). Parece que fue la filósofa presocrática Téano de Crotona (también una de las primeras pensadoras que se interesó por la proporción áurea) quien la introdujo en el conocimiento de los antiguos griegos. La virtud, según la vieja sabia Téano, depende de la mesura. Ya veis por dónde voy: llamar revolucionaria a la medianía es un contrasentido, pero tal vez es una de las virtudes más escasas y necesarias en nuestros tiempos, y si conseguimos salvarnos de alguna manera de la crisis climática y ecosocial será introduciendo en nuestras vidas (personal y política, no son cosas tan distintas) grandes cantidades de mesura. Últimamente se me forma en la cabeza una y otra vez la imagen de la vieja Téano, la gran medidora y cuantificadora de la Antigüedad, comparando la longitud de la diagonal contra la del lado de un pentágono: la proporción áurea. También nuestro impacto sobre el planeta ha de ajustarse a una medida. Nuestro consumo, nuestras emisiones, nuestro tren de vida. Nuestra sociedad y nuestra política deben atenerse a unas proporciones, a una escala humana. Los recursos tienen que distribuirse según un modelo justo, y más aún cuando menguan. Pienso en Téano cuando veo a estos chalados mal peinados hacerse con el poder empuñando motosierras. No conozco la proporción entre la longitud del asa y la de la cadena serrada, pero sí quiénes van a empuñar la primera y quiénes van a sufrir la segunda.
Esta semana he hablado con dos amigas a quienes, desde la distancia, aprecio mucho. La primera es la excelente poeta argentina Andrea López Kosak: «No puedo creerlo todavía». La segunda es mi compañera de huerto urbano, Irene, expatriada en Holanda, que comparte la sensación de irrealidad, de entrar en una Historia desmesurada donde el odio toma el control y toda proporción salta por los aires.
También esta semana, un mediocre –pero multiventas– autor de 'bestsellers', Javier Castillo, ha levantado ampollas tras quejarse públicamente de no recibir suficientes compensaciones económicas por los préstamos de sus libros en bibliotecas públicas. 'El día que se perdió la cordura' fue uno de sus primeros y premonitorios títulos. Visualizo a Téano de Crotona siguiendo el asunto por X, antes Twitter. Diciendo algo así como 'tsk' al leer la parrafada de Castillo. Dejando cuidadosamente a un lado la cinta métrica, la proporción áurea y la madre que la parió. Levantándose, saliendo de plano. Por un momento oímos sus livianos pasos y vemos, de lejos, el mar Jónico a través de las ventanas del gineceo. Un momento, ¿qué es ese ruido horrendo? Efectivamente, una motosierra.
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