Dios elegirá a los nuestros
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Espejismos ·
Es necesario desenmascarar cuanto antes a todos esos terroristas para que sus cadáveres ensangrentados no consigan su objetivo finalNo todos los terroristas ponen bombas. Hay algunos, igual de peligrosos, que se dedican a extender la duda en el debate mediático. Kamikazes del relato. ... Sus muertes son explosivas y favorecen la imagen del enemigo, que consigue con ellas presentarse como víctima. Inclinan la balanza de la opinión pública de Occidente en nuestra contra con sus artimañas. Es necesario desenmascarar cuanto antes a todos esos, repito, terroristas para que sus cadáveres ensangrentados no consigan su objetivo final. Esto es, hacernos quedar mal.
Este detalle es importante ya que, conforme avanza el bombardeo de Gaza, algunos medios occidentales claramente antisemitas insisten en publicar un recuento diario de muertes y, en el colmo de la manipulación informativa, hablan de «víctimas» palestinas, como si las peras y las manzanas pudieran mezclarse o como si la muerte a bulto de siete u ocho mil terroristas gazatíes pudiera dar la misma pena que las víctimas reales, esto es los seres humanos de verdad que murieron, en el lado correcto de la frontera, durante los primeros días del conflicto. Se consideran periodistas, pero a la hora de redactar su nauseabunda propaganda utilizan términos como «niños palestinos muertos», o «bajas civiles», o «familias sepultadas por el bombardeo de su vivienda». Este blanqueamiento de los yihadistas suicidas hace mella en la opinión pública mundial. Puro enaltecimiento del terrorismo. ¿Qué será lo próximo? ¿Que deberíamos darles agua potable? ¿Permitir la entrada de ayuda humanitaria para que coman? ¿Dejar funcionar sus hospitales? Antisemitismo radical.
Qué duda cabe que abatir quirúrgicamente a los 2,3 millones de terroristas que viven en la actualidad a la sopa boba en la Franja de Gaza plantea formidables retos logísticos, pero quiero insistir en la necesidad de atender también a los retos de relaciones públicas que conlleva la operación. La alta densidad de población -solo superada por Singapur y Mónaco- facilita, es cierto, lo primero: con un solo misil, a poco que apuntes, abates a decenas, incluso cientos de terroristas, sobre todo cuando le aciertas a un hospital o una escuela. Pero dificulta lo segundo, porque enseguida aparecen entre los escombros un montón de estos kamikazes del relato, que consiguen infiltrarse para morir delante de las cámaras disfrazados de seres humanos (¡hasta de mujeres y niños!) para confundir al ingenuo espectador del resto del mundo.
Por poner un ejemplo: la tal Hiba Abu Nada. Esta peligrosa terrorista, abatida quirurgiquísimamente por aviones bombarderos de la Fuerza Aérea de Israel el pasado día 20 cuando se encontraba en su casa de Jan Yunis, al sur de Gaza, se construyó con malas artes una imagen de ser humano. Una tan creíble que no podemos descartar que algún que otro occidental buenista se trague la historia y nos venga con reproches. Prestemos atención al perverso 'modus operandi' de esta sanguinaria yihadista: se graduó en Bioquímica, con la obvia intención de hacerse pasar por una persona normal, y a continuación se puso a dar clase de Nutrición Clínica en la Universidad de Gaza. No contenta con esta maquiavélica coartada, se dedicó a la literatura, obteniendo en 2017 el premio Sharjah por su novela 'El oxígeno no es para los muertos'. Para colmo, escribió también poesía y se convirtió en activista feminista mientras, secretamente, completaba su plan para inmolarse, a los 32 años, en su edificio bajo nuestras bombas, con el objetivo de ensuciar nuestra reputación internacional.
Miles y miles de taimados terroristas suicidas como esta están poniendo a prueba nuestro relato jornada tras jornada y se hace necesario aniquilarlos de raíz. Pero también esos periodistas filofascistas que dan pábulo a sus artimañas y hablan de ellos como si mereciesen algún tipo de derecho humano deben ser silenciados. La palabra clave a defender por todos los medios es 'terrorista': si Occidente empieza a considerar que alguno de esos animales que hozan en Gaza no lo es, nuestro relato se resentirá. La segunda palabra clave es 'antisemita', y debe designar a todo aquel que albergue algún complejín humanitario sobre nuestra versión de los hechos, desde la ministra de Igualdad de España hasta el secretario general de Naciones Unidas, desde el diario 'Haaretz' hasta el 'New York Times'.
Conforme los cadáveres (de terroristas) se apilan en Gaza, el impacto que tuvo en la opinión pública mundial la incursión de Hamás en nuestro territorio se va apagando. El consenso internacional de aquellos días, con Occidente apoyando sin reservas nuestro bombardeo masivo de la franja, se va agrietando. Aquí y allá se levantan voces -cómplices de Hamás- que se atreven a llamar venganza a la fina operación antiterrorista que están llevando a cabo nuestros bombarderos. Otros panfletos antisemitas advierten del riesgo de que el conflicto se extienda a otros países de Oriente Medio y se desate una guerra multilateral. Ni caso. Están envenenados por el odio. Y qué si incendiamos el mundo. Dios elegirá a los suyos. Es decir, a nosotros.
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