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Marzo. 2004. Se aproximan las elecciones generales y las encuestas son muy favorables para Mariano Rajoy, recién designado por Aznar para sucederle al frente del ... partido. Ni siquiera la campaña del 'No a la guerra' parece hacer mella en el respaldo a los populares, que cuentan con las excelentes cifras económicas de la España del pelotazo. Solo un día antes del cierre de campaña, el jueves 11, Madrid sufre el atentado más horrible de nuestra democracia. Con los trenes aún ardiendo, el gabinete de crisis del PP toma una decisión fatídica que cambiará nuestra historia contemporánea: la de alentar, desde el Gobierno, la teoría de que ha sido ETA. Son solo cuatro días, debieron de pensar, y nos aseguramos la victoria. En sus cabezas suena espectacular. Sale: mal.
Nuestra tolerancia a la mentira no es la misma, es cierto, que dos décadas atrás. Por algo a nuestra época la llaman la de la posverdad. Modernos genios del mal han perfeccionado la técnica de extraer petróleo político de la conspiranoia, el bulo y la siembra de miedo y odio. Pero también en nuestro país hay genios nativos con dilatadas carreras en el campo de la manipulación. MAR sin ir más lejos. Miguel Ángel Rodríguez Bajón, cuyo segundo apellido siempre me gusta recordar, todopoderoso dircom del Gobierno de la Comunidad de Madrid, desde donde se empezó a difundir el lema oficioso de su partido este año (el infame 'Que te vote Txapote'), ya produjo en 2005 aquel bochornoso vídeo de FAES sobre los atentados del 11-M que insinuaba un complot de Zapatero tras las bombas y cuestionaba la investigación en marcha. Ahora es una especie de héroe entre los suyos por haber adiestrado a Feijóo en las técnicas del Galope de Gish, o ametralladora de falacias, para su debate cara a cara con Sánchez el lunes de la semana pasada.
Qué duda cabe que es nuestro Bannon. O superior. Entre sus 'hazañas' está la campaña de difamación contra el doctor Montes, jefe de Urgencias del Severo Ochoa de Leganés, por la que fue condenado en 2011. O la agresión a la periodista Andrea Ropero tras una pregunta incómoda a la presidenta Ayuso en 2022. O la detención por conducir cuadruplicando la tasa legal de alcohol y estrellarse contra varios coches en 2013. No diga punk, diga MAR. Con él al volante, los de Vox no hacen ni falta. Y su influencia en esta campaña se ha hecho notar. La idea es llegar a La Moncloa, aunque sea chapoteando. Esta noche se puede poner la medalla más grande de su carrera. Pase lo que pase, eso sí, espero que no le dejen conducir.
Les puede funcionar, claro que sí. La legislatura más tensionada de nuestra historia democrática (pandemia, guerra, crisis energética y de inflación) ha sido un perfecto laboratorio de 'trumpismo' que nuestras derechas, con sus correspondientes aparatos mediáticos y judiciales, han sabido explotar a la perfección. Han construido un extraño sentido común en torno a diversos miedos interesados que hace que cientos de miles de personas que votaron izquierda en 2019 teman ahora por sufrir una okupación, una invasión africana, el retorno triunfal de la ETA o la independencia de Cataluña. Por no hablar de la diversidad sexual y de género de sus hijos por culpa del Ministerio de Igualdad o la amnistía automática –y tal vez la paguita– a los violadores condenados. El Gobierno de coalición lleva meses a la defensiva, incapaz de conducir el relato hacia sus innegables logros económicos, laborales y sociales. Incapaz de elevarse de ese chapoteo en el fango que ha sabido imponer la derecha.
Pase lo que pase hoy, me temo que el chapoteo continuará. Si accede al poder, PP-Vox tratará de ahondar en el marco de fango que los puso en Moncloa, incendiando el conflicto catalán y reprimiendo a las minorías señaladas como cabezas de turco en sus guerras culturales. Una de sus primeras medidas sería asegurarse el control de RTVE y del Poder Judicial, reformar la Ley de Partidos para ilegalizar nacionalismos no españolistas y restringir las lenguas cooficiales. Nos podemos imaginar el panorama. Cuatro años de chapoteo intenso que ni el caballo de Atreyu. El país estallando por cada costura. Fiesta de Bajón.
Puede ocurrir, sin embargo (y quiero creer en ello), que esquivemos esa bala. Que Sumar sume y se reedite el Gobierno de coalición. El chapoteo, siento tener que ser yo quien te lo diga, continuará. El MAR de trolas seguirá bravo en busca de algún Capitolio que asaltar. Pero no tendremos a la ultraderecha en la vicepresidencia del país. Y seguiremos viviendo en una sociedad donde la mentira resta. Y puede (solo puede) que esta vez hasta nos lo creamos. Ya me cuentas, corazón.
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