Secciones
Servicios
Destacamos
Baroja, como París, como Cervantes, no se acaba nunca. Entre otras cosas, porque llegó a publicar –sin contar las póstumas– casi un centenar de obras ... a lo largo de su vida; casi tantas como Galdós, aunque muchísimo menos que la prolífica Corín Tellado que firmó, ella solita, unos cinco mil títulos a pesar de que su marido, justo al día siguiente de contraer matrimonio, le prohibió terminantemente que siguiera escribiendo. El muy machuno. En total –vuelvo nuevamente a don Pío–, diez hermosos tomos de 'Obras completas', editados por Biblioteca Nueva en papel biblia, que se vendían, hasta hace bien poco, en cómodos plazos.
Fue el único de su generación –la gloriosa Generación del 98, a la que el propio Baroja denominó 'Generación fantasma' porque nunca creyó en ella– que pudo vivir exclusivamente de la literatura. Llegó a vender en vida unos veinticinco mil ejemplares de algunas de sus novelas. Los demás tenían que dedicarse a impartir clases, como Unamuno o Machado, a publicar artículos en los periódicos, como Azorín, o a dilapidar la poca fortuna que trajo desde su lejana y misteriosa Galicia, en el caso del excéntrico y genial Ramón María del Valle-Inclán, que fue el más bohemio y pendenciero de todos ellos.
A don Pío le tocó vivir nada menos que dos dictaduras, la de Primo de Ribera, que dejó muy poca huella en él, y la de Franco, mucho más sangrienta y temible. Salió por piernas cuando se armó el gran alboroto y se refugió durante algún tiempo en Francia, en donde ambientó algunos de sus mejores relatos. Poco después, alguien le garantizó que si regresaba no sería represaliado porque, después de todo, él había escrito, con cierta saña, contra los judíos y los masones, que tanto ponían de los nervios al Caudillo. Pero tampoco es menos cierto que no se llevó demasiado bien con la Iglesia, a partir de aquella frase, que haría fortuna, en la que aseguraba que España era un país de curas, moscas y carabineros. No sé si por ese mismo orden.
Contaba cierto amigo y admirador suyo que cuando volvió a España, tras su exilio voluntario en París, la Guardia Civil lo estaba esperando en la frontera con los Fueros de los Españoles entre las manos. Se le preguntó: «¿Jura usted o promete?». Don Pío, como buen vasco, siempre al cabo de la calle, pensó que podían estar tendiéndole una trampa: si juraba, podía pasar por un meapilas o por un acólito del franquismo; si prometía, por un desafecto o por un rojo de manual. Por lo que supo reaccionar a tiempo y responder: «Yo, lo que se lleve», lo que produjo la sonrisa del bigotudo oficial que estaba ante él, tieso como una vela, a la espera de su decisión.
Entre 1940 y el año en el que murió, en 1956, justo cuando le concedieron el Nobel a Juan Ramón Jiménez, no se significó demasiado. Se sabe que en una visita que le cursó Hemingway, cuando ya estaba postrado en su lecho de muerte, el gigantón norteamericano se hincó de rodillas para estar a la altura del moribundo, y le susurró al oído que él, es decir, don Pío, era el que en verdad merecía el preciado galardón que otorgan los suecos. Y Baroja, lejos de agradecérselo, se dio media vuelta y se puso de cara a la pared, como un niño malo.
Don Pío nunca se fio del todo de los secuaces del Régimen, de ahí que dejara algunas obras sin editar, como 'Los caprichos de la suerte', porque podían comprometerle. Publicaba, desde luego, pero ya no con la fuerza y el fervor de décadas anteriores, pero permaneció callado, encerrado en su piso, abriendo la puerta sólo a los más íntimos. El franquismo, por su parte, que no quería ser responsable de otro 'caso' similar al de García Lorca a principios de la Guerra Civil, lo sometió a un estricto silencio, ignorando por completo su existencia. La orden fue tajante: de Baroja, ni pío.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.