Rubiales y la capa que todo lo tapa
Las cuatro esquinas ·
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Las cuatro esquinas ·
Mientras hablan del piquito no lo hacen de la amnistía, del violador reincidente o de los millones que no llegan al Mar MenorRubiales. Que si chicas, chicos y chiques. Que todas, todos y todes estamos de acuerdo. Que Rubiales es, era, un dirigente zafio con artes y maneras de patán machista que se equivocó antes, durante y, sobre todo, después de su piquito a Jenni. Que Rubiales ... ha gestionado la crisis que él mismo engendró con la misma habilidad de un elefante en una cacharrería. Que no lo dudéis muchachos, muchachas y muchaches, que eso de agarrarse sus partes nobles en pleno palco presidencial con Letizia mirándole de reojo y balanceando el bullarengue es un gesto obsceno, impúdico y grosero impropio de un representante del fútbol español. En ese momento, claro. Que su ejecutoria está salpicada de agujeros negros. Pero también estaremos de acuerdo, señoras, señores y señoros que algunos, algunas y algunes han pretendido que el caso Rubiales, cuyo alcance y desenlace penal lo decidirá la Justicia y solo la Justicia, sea una capa que todo lo tapa. Se ha politizado en exceso el asunto. Ministras, ministros y ministres con Su Sanchidad a la cabeza, hablando en exceso del monotema. Quizá porque mientras la gente habla de Rubiales no se ocupa de otras cosas más graves que suceden en este país y que conviene que no trasciendan demasiado. Los romanos lo inventaron hace mucho tiempo. 'Panem et circenses'.
Yolanda. Tú explícame porque yo no lo entiendo, qué hace toda una vicepresidenta del gobierno cesando (sic) a los seleccionadores nacionales de fútbol porque aplaudieran o dejaran de aplaudir en una asamblea. Eso es pasarse unos cuantos pueblos. Puestos a meter sus garras en el deporte, podría haberse ocupado Yolanda Díaz, y ya ha tenido ocasión de hacerlo, de la barbarie que pretendían hacer los independentistas catalanes (compiyoguis de los mismos a los que la señora Díaz les cede diputados para que puedan cobrar una pasta gansa en el Congreso). Desparramar en la carretera cuatrocientos litros de aceite (con lo caro que está el aceite, que diría el profesor Belmonte) al paso de los ciclistas es una barbarie que pretendía poner seriamente en riesgo la vida, el porvenir profesional y la integridad física de más de un centenar de deportistas de primer nivel procedentes de más una treintena de nacionalidades. Y de sus correspondientes equipos auxiliares que les acompañan, lo que hubiese supuesto un escándalo mundial de imprevisibles consecuencias. Pero ya se ha cuidado mucho la vicepresidenta Díaz de irse de la mui con el tema, no vayamos a molestar a un señor apellidado Puigdemont que va a gobernar España desde el exilio. Al menos hasta que la señora Díaz y el señor Sánchez le consigan la amnistía, que se la acabaran propiciando pese que tan escabroso tema no lo contemplaban ni el programa electoral de Sumar, ni el del pesoe. Un fraude electoral de libro. Pero había que 'estirar el chicle' de Rubiales. La capa que todo lo tapa. Incluido el éxito de nuestras mundialistas.
Irene. Podemos entender que la ministra Montero, Irene, se queje del macho alfa que presidía el fútbol español o de la falta de paridad en el seno de la RFEF. Y que pida la dimisión de Rubiales, siempre Rubiales, en ejercicio de su libertad de expresión. Lo que no acabamos de digerir algunos, algunas y algunes es que la ministra Montero, Irene, no se aplique ella misma el mismo rasero en el caso del violador reincidente excarcelado por su ley del 'sí es si' y que hace tan solo unos días intentó violar a otra mujer en Dos Hermanas (Sevilla). Mejor hablemos y sigamos hablando del piquito de Rubiales. Este no es un país para lelos por mucho que haya quien se empeñe en aparentarlo.
Teresa. Y como no hay fiesta sin la Tía Juana. Al desfile de icetas ( al único que le corresponde actuar, como ha hecho, por competencia directa), díaz y monteros se suma la simpar ministra del secarral, inquisidora de regantes, abusona y sectaria acosadora del campo murciano, Teresa Ribera para seguir jugando al despiste: «Haremos todo lo posible para que Rubiales se vaya y no vuelva». Otra vicepresidenta metida en camisa de once varas. Quien tiene que suspender a Rubiales es la FIFA, no el Gobierno. Como así ha sucedido. Y el organismo que tiene que pronunciarse no es el ministerio de transición ideológica de la señora Ribera sino el TAD (Tribunal Administrativo del Deporte) como bien le ha recordado acertadamente el Consejo Superior de Deportes. Igual sería más provechoso que la ministra Ribera nos explicara cuánto y cómo está invirtiendo los más de cuatrocientos millones comprometidos para el Mar Menor. Pero no. Mejor hablemos del piquito de Rubiales. Si serán machistas estos del fútbol, se cuenta Ribera para sus adentros, que al que más goles mete le llaman 'pichichi'. Tremenda.
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