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Ceutí. Para situarte. Mañana domingo en Ceutí, el pueblo donde crecí, hay elecciones. Parciales, pero elecciones al fin y a la postre. Con el mismo ritual del pasado mayo. Y decisivas, porque está en juego la mayoría que gobernará el Ayuntamiento. Dicho de otra ... manera, para que me sigas entendiendo. El gobierno de Ceutí está en manos de mil doscientos ciudadanos que están convocados ante las urnas porque en mayo se cometieron irregularidades en dos mesas electorales. Alguien hizo desaparecer 27 votos catalogados en principio como nulos. Y el procedimiento resultó harto sospechoso. Conociendo como conoce uno el percal, ya te digo yo que algunas prácticas del pasado que parecían erradicadas, debieron volver en mayo a Ceutí. Que más sabe un zapatones por viejo que por zapatones.
El caso es que el TSJ admitió el recurso de Vox, formación que se había quedado a tan solo tres votos de obtener un concejal más, justo el que impediría la mayoría absoluta socialista. Mañana domingo, a votar. Todo lo atípico que tú quieras, pero a votar. En medio de un clima de crispación y polarización, pero a votar. Provisionalmente el pesoe tiene nueve concejales y puede perder uno, el pepé cuenta con cinco y aspira a ganar uno, Vox tiene dos pero ya te he dicho que roza el tercero. Y Ciudadanos, saliendo de su ultratumba, aspira a mantener a su única concejal, proclive a seguir pactando con los socialistas. Este es el panorama
Puigdemont. El primer test. Mira tú por dónde son ceutienses los primeros mil doscientos españoles que se van a pronunciar en las urnas en medio de Carles Puigdemont y su influencia sobre Sánchez, la controvertida ley de la amnistía, el 'procés' separatista catalán, Otegui y los pactos con Bildu, los cupos del País Vasco, las condonaciones de deudas a unos a cargo de los bolsillos de otros y tantos otros factores de la España controvertida y polarizada que vivimos. Me cuentan amigos y familiares de Ceutí que en esta singular campaña electoral, con desfiles de López Miras, Antelo, Vélez con sus respectivas cohortes, se ha hablado mucho más en clave nacional que en municipal. Ni los recibos municipales de agua y basura cada vez más elevados, ni las bajadas de impuestos siempre prometidas y nunca ejecutadas, ni la discutible atención social en el municipio, ni siquiera esa piscina municipal tanto tiempo cerrada. Ni, por supuesto, esa deuda asfixiante que se arrastra desde tiempos de Manuel Hurtado, el icono político de la actual alcaldesa en funciones, Sonia Almela.
El mensaje, por tanto, de pepé y Vox ha sido similar en esta minicampaña que anoche finalizó. «Votar pesoe es votar a Puigdemont». Se ha tratado de, te puedes imaginar, tocarle la fibra al personal. Aquí lo esencial es que «no contribuyas con tu voto a que España se rompa (sic). Mándale un mensaje a Sánchez con su voto». A fuer de ser sinceros, los de Antelo han ido más lejos calificando en sus mítines en Ceutí a Sánchez de «golpista». Hay quien le asegura a mi enano que el dirigente voxero llegó a pedir a los asistentes que mañana en Ceutí «se comenzará a parar el golpe de Estado que ha dado Sánchez». Muy fuerte.
Crispación. Claro que calificar unas elecciones avaladas por una decisión judicial de «proceso arbitrario y viciado», como ha hecho Sonia Almela, también es muy fuerte y un tanto arriesgado. Como es muy fuerte que algunos hayan deslizado, también en Ceutí, los ya conocidos carteles que apelan a la marca «traidores». Eso sí, sin firma y anónimos. Son factores, tú ya los sabes, que contribuyen a fomentar ese clima de división, de crispación que entre todos deberíamos rebajar. Comenzando por las parciales de mañana, claro está. A no olvidar que mañana habrá muchas lupas puestas. Y probablemente, más de un medio nacional se ocupará y preocupará por lo que acabe aconteciendo en esta singular cita electoral. Ya te digo, el primer test 'post-Puigdemont'. El observatorio nacional mira a Ceutí.
Elena. Y en estas llega, llegó, Elena Valenciano, de los Valenciano de toda la vida, al foro-tertulia La Luz. Resulta que las declaraciones previas a Carlos Alsina en Onda Cero de la que fue 'número dos' de Rubalcaba y cabeza de lista a las europeas mosquearon al personal de la calle Princesa. «El PSOE está en manos de la derecha independentista y supremacista que busca fracturar España». Un mensaje en la línea de la vieja guardia socialista, González y Guerra al aparato, que puso en alerta a los dirigentes murcianos que le hicieron el vacío a la exvicesecretaria general, como bien olfateó el sagaz Julián Mollejo. Como en el fondo Elena es de las que piensan que hemos pasado del bipartidismo al bibloquismo, intentó matizar y circular hacia zona media. «Puigdemont es derecha radical y separatista, pero es un mal menor si queremos que España tenga un gobierno progresista», vino a decir desplegando un argumentario del que los socialistas murcianos andan bastante necesitados. El astuto Lazaro Giménez, jefe de informativos de la SER, lo resumió con aquella famosa frase de Robert McNamara: «Prefiero tener el indio dentro de la tienda y que mee hacia fuera, que tenerlo fuera y que mee hacia dentro».
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