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He vuelto a Irlanda, país de mi corazón. Fue el lugar, a lo largo de varios veranos ya lejanísimos que naturalmente le sucedieron a otro que no era yo, sino a aquel ancestro adolescente de quien soy ahora («el niño es el padre del hombre»), ... donde pude reírme sin miedo a que la risa terminara con un golpe inesperado de la vida. Ha sido el único sitio donde las nubes cargadas del pasado y del futuro que me esperaba no lograron traspasar su perímetro. En aquella isla y aquel tiempo sólo me cayó encima una lluvia limpia y fría.

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