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La vida ya no es «una caja de bombones», que no sabes el que te va a tocar, como decía con autoridad Forrest Gump. No, la vida actual es como una actualización de Windows, que no es nunca opcional y te lleva de los pelos ... hacia donde no quieres ir. Detesto al multimillonario que inventó el sistema Windows porque ese sistema es igual de despreciable que él: lóbrega apariencia infantil, falsa democratización, determinismo no declarado, engañosa mejora permanente y, sobre todo, pavorosa dictadura, propia del zumbado que es Bill Gates.
Mi ordenador con Windows me hace saber cada día que lo que yo quiera no cuenta para nada, que es una especie de organismo hostil. Que si no quieres que se metan hasta la cocina en tu ordenador te van a actualizar por la fuerza. Mi ordenador, amaestrado de fábrica, sabe lo que es mejor para mí, y si no es lo mejor para mí es igual, porque te lo harán tragar como a una oca. Mi ordenador me da teóricamente distintas opciones, para salvar las apariencias de autodeterminacion por parte del consumidor.
En realidad no existe ninguna opción de nada. El ordenador nuevecito deja pronto de obedecer mis órdenes (por ejemplo, la de que no admita que me metan mierda los creadores del sistema para acelerar su obsolescencia programada) y hará lo que le mandan los programadores del sistema, quienes acaban en ese locatis de Bill Gates, que idea estas cosas en los ratos que le deja el milenarismo y el estudio de los posos de las hamburguesas.
Mis instrucciones fueron que el ordenador no operara por su cuenta sin consultar. No tienen ninguna importancia mis instrucciones, ni las de nadie, el ordenador se reiniciará y cambiará lo que le dé la gana. Y después de eso funcionará cada vez más lento, tendrá más anuncios publicitarios 'woke', de una progrez estomagante, que no se sabe de dónde salen, no te dará ya la opción de no alterar nada 'nunca' sino sólo 'más tarde', y aún ese 'más tarde' no lo cumplirá porque un algoritmo lejano tomará el control en cualquier momento y hará lo contrario. Eso es todo en la vida interconectada de hoy. En ninguna época de la Humanidad, ni en la más invivible, ha existido menor libertad personal.
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