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Bruselas ha decidido que es necesario «dar pasos más contundentes» contra el tabaco, prohibiendo fumar en las terrazas del continente. En todo el continente sólo se podrá fumar, ya verán, en la terraza del bar para dignatarios políticos de la propia Bruselas. A base de ... pasos contundentes, todos contra los gobernados, esta Unión Europea nos está arrojando a los ciudadanos al mar. Yo sé, sin embargo, que en el continente seguirá existiendo algún reducto libre, oculto a la ingeniería social. Estoy pensando por supuesto en las terrazas de Italia, no voy a pensar en una España que obedece siempre cualquier cosa. Si desaparecieran los puros toscanos en las terrazas italianas sería la caída del mundo memorable que hemos conocido. Eso no va a pasar.
No es un pelotón de soldados el que salva la civilización, como decía un pensador muy principal, el que la salva es un italiano fumando un toscano, tesoro nacional, al aire libre. Me admiró de Turín que allí de cada dos comercios, uno es un estanco. Si en Italia nunca han creído en su Gobierno de Roma, no van desde luego a creer, con su «frialdad latina» (Josep Pla dixit) en el Gobierno de Bruselas. El estilo no se negocia. Un italiano, o este servidor mismo, en una terraza de Italia fumando a la 'maremmana' un puro duro, largo y necesario como el mástil de la bandera que los soldados elevaron en Iwo Jima, es la resistencia frente a la barbarie. Es la defensa de lo mejor, que tanto ha costado construir. Sobre esos puros retorcidos como ramas se podría posar alguna paloma de la paz, como el cineasta Alfred Hitchcock hizo posarse a un gorrión sobre el suyo...
La vida no consiste en mucho más que observar las gaviotas que saludaban todas las noches el paseo de los primeros ministros por las cercanías del Vaticano y, cuando ya riegan las calles, desenfundar un toscano fósil sentado a una mesita con mantel de hilo frente al Panteón de Roma, con la complicidad de camareros, carabinieri y hasta las fuerzas del ejército italiano, que te ofrecen fuego. «Volverán los monasterios», decía hace muchos años el poeta Luis Antonio de Villena, como último refugio de la alta cultura europea frente a esto que está pasando. Los monasterios consisten en que el ojo de Bruselas no te encuentre.
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