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Murcia juega en la liga de Palencia, de Ciudad Real o de Melilla, y no en la de Málaga, San Sebastián, Palma o Alicante. Eso es lo que indica la siempre atrasada posición de Murcia entre los destinos turísticos del país, según este periódico. La ... parrilla de contendientes turísticos de Murcia parece la de aquellos equipos de fútbol semiprofesionales que en mi niñez vi jugar junto a mi padre en la vieja Condomina, cuando aún existía la tercera división y las gradas eran de ladrillo chabolístico. Tantos años y tantas palabras después, Murcia como destino turístico español sigue donde estaba, en la casi irrelevancia. ¿Es que no nos conocen aún? Hoy día es posible informarse de muchas cosas por internet, con lo cual el conocimiento parte teóricamente del mismo punto que el de los principales destinos. Como decía el exdelegado del Gobierno en Murcia José Joaquín Peñarrubia, «a veces es mejor que no nos conozcan...».
El murciano tipo (que algunos llaman 'murcio', desconozco la razón) lanza a este respecto un lamento indignado, que parte de una estupefacción casi metafísica. Cómo fuera de aquí todavía no se han enterado de que éste es el mejor sitio del mundo. No solo eso: cómo no se han enterado aún de que éste es el mejor sitio del mundo y que después del mejor sitio del mundo viene 'naide', y tras 'naide', nada. Es un problema de percepción, pero desde luego nuestro. Desde la oficialidad se ha venido vendiendo una falsedad intrínseca: no es que no vengan porque no hay hoteles, es que no hay hoteles porque no vienen. ¿Por qué los que tendrían que venir no quieren lo mejor? Es una paradoja, ésta de la opinión del murciano tipo, que resolvio el gran maestro de las paradojas, Chesterton, hace un siglo: el barrio de su niñez era Pimlico, y para él Pimlico le parecía el mejor lugar del mundo, aunque solo fuera en realidad el barrio más feo de Londres. El asunto que por lo visto es incurable en Murcia es que nosotros solo podemos considerar Murcia como la vemos al mezclarla con un factor sentimental y, por contra, no se nos pasa por la cabeza cómo la pueden ver todos los demás. A eso creo que lo llaman falta de ironía.
Así no solo no es posible paliar las carencias de Murcia, si es que pudiese haber alguna (tratemos de representárnoslo por un momento, con nuestra fantasía más loca) sino que, así, solo es posible continuar revolcándonos en nuestra mismidad. Murcia cree, sin asomo de ironía, jugar en la Champions turística y, por ejemplo, sus precios son tantas veces acordes a esa idea. Una idea sin traslación material, como lo de imaginarse los monumentos árabes que no existen por el procedimiento de poner letras de bronce en el suelo diciendo: «Aquí hubo», que es como la placa de «Aquí durmió una noche fulanito» que se pone en los hoteles decadentes y sin interés, a falta de otra cosa.
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