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En España está muy mal visto, tradicionalmente, quejarse por algo. La consecuencia sólo puede ser una: que aquí da lo mismo ocho que ochenta que ochocientos. Una tortilla de patatas, tan difícil de lograr por su sabor delicado y asustadizo, que un infame ladrillo de ... mortero recalentado. Las libertades que la falta de ellas (de hecho, en España quienes traen la falta de libertades hablan de las libertades). Es lo propio de un país que ha pasado de pensar en la muerte durante toda la vida a no pensar en nada en absoluto. Quejarse, contra los que creen que es propio de flojos de espíritu, significa exigencia, la aspiración a esa excelencia que alguna vez, rara vez, conocimos y por tanto sabemos que existe. El «no está tan mal» da lugar a que la próxima vez seguro estará peor. Las comparaciones son odiosas, dicen; no conozco una expresión más ceporra, inventada por los que perderían en cualquier comparación.

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laverdad La queja