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Torvas miradas me rozaban, como daños colaterales, al dar paseos nocturnos por Barcelona junto a Alejo Vidal-Quadras. La sensación de que siempre podía pasar algo. Alejo, en realidad Aleix (camino inverso al expresidente catalán Arturo Mas, hoy llamado Artur), se tomaba esa hostilidad casi ... masticable con un 'nonchalance' de dandy. Él, con su sencilla superioridad intelectual, estaba por encima de intentos de agresión. Su guardaespaldas, en aquellos días lo tenía, era tan experto que no lo vi nunca. Esta semana le han disparado en la cara al ya anciano Alejo. Ha sobrevivido solo porque él está como siempre, por encima de disparos en la cara, como si fuesen algo que no le concierne.
Al parecer recibió el disparo a boca de jarro de un sicario motorizado, al salir de misa en Madrid, de pie, sin caer al suelo. Se mantuvo en pie y entró a la ambulancia como si, haciendo un salto temporal de más de un cuarto de siglo, abriera las puertas de aquel hotel Majestic donde Pujol recibió su cabeza de Aznar a cambio de apoyo, y les estropeara la negociación. Siempre creí que Vidal-Quadras era de esos tipos que dan a un disparo en la cabeza la misma importancia que a los brillos de desgaste en su 'blazer' azul marino. Lo denuncié en una columna y su mujer le compró inmediatamente otra chaqueta, según me comentó, divertido. Lo conocí por el poeta Álvarez, de Cartagena, íntimos compañeros de armas y tan parecidos en su actitud vital. Siempre tuvo porte aristocrático y por el porte aristocrático se ha salvado. Volvió la cara al disparo, con displicencia, como los demás volvemos la cara a un mendigo impertinente.
Tan exquisito es Alejo que alejó las especulaciones que hizo todo el país, incluidos sus enemigos: que en el atentado había un sospechoso nexo entre la fecha elegida, el momento en que se conocía el pacto por el que España deja de ser un Estado de derecho, y la identidad de la víctima, expresidente del PP en Cataluña, eurodiputado del mismo partido y fundador de Vox. Vidal-Quadras, sin poder hablar por tener la quijada hecha arenilla, dijo a la Policía que siguieran la pista iraní, por estar vinculado a la oposición a la teocracia en el exilio, y no la independentista. Un señor, en la vida y en la casi muerte. Un español en pie.
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