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Ala mayoría de gente que conozco le gusta moverse. Quiero decir, hacer cualquier cosa que active el organismo y les haga «sentirse mejor». Pero para llegar a sentirse mejor primero te tienes que sentir mucho peor de lo que estabas, con el corazón a mil, ... las piernas temblequeantes y la sensación de que te va a dar un parraque inminente. El ejercicio físico, tomado en serio y sin ese pavoneo de los ritos de apareamiento en el gimnasio, es fatigoso, agotador, aunque luego procure una especie de placer, que se debe precisamente a que descansas de pasarlo mal. Uno nunca se siente más contento ante la vida que cuando ha abandonado una agonía. La sensación de salir del gimnasio es algo muy parecido: me temo que no te sientes bien por haber hecho deporte, sino por la expectativa de la cerveza que te espera. Así parece haberlo entendido la industria farmacéutica, que está desarrollando la primera pastilla que tonifica el organismo y pone a punto los músculos sin necesidad de hacer deporte.
Esa pastilla va a tener múltiples beneficios. El primero, dejar en su sitio a toda esa gente tan molesta que te atosiga con que tienes que moverte. Cuando no haya necesidad de moverse por haberse tomado todos los días la pastillita en ayunas, antes del desayuno, ¿qué harán todos esos que hacen ejercicio porque no saben en qué ocupar su tiempo, que se meten en múltiples 'actividades' para no quedarse reflexionando en un sillón con el peligro de que el pensamiento les alcance? Darán sin duda menos leccioncitas. Se les habrán bajado los humos. Seguiremos viendo, por supuesto, tipos en mallas con el hígado en la boca, como los pescados a los que se sube de la profundidad demasiado rápido, pero los veremos menos. Yo era de aquellos tipos vigoréxicos, aunque sin mallas. Entrenaba varias horas al día con la vieja receta de Schwarzenegger, para quien sólo se necesitaban unos cuantos hierros muy pesados y a poder ser oxidados. Pero cuando llegué a donde quería, entrenando, me di cuenta de que no había nada más allá. Me di cuenta de que estar 'sano' era un fin en sí mismo, aburridísimo, por cierto. Y a mí en realidad nunca me ha gustado moverme, sudar y sobre todo socializar con esa gente del gimnasio que nunca te ilumina sobre nada trascendental, sobre nada que tenga un Dios.
Tomando la pastillita antiejercicio podremos por fin aplicar en nuestra vida lo que dijo Pascal, que todos los problemas del hombre «vienen de no saber quedarse en casa». Concretamente, en el sofá de casa.
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