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Acordarse de la república cuando están coronando con la debida magnificencia al rey de Inglaterra es propio de esos tipos que organizan, sin ironía alguna, ridículos 'bautizos civiles' con sus bebés, oficiados por sórdidos concejales corruptos en ayuntamientos de mala muerte, y luego se van ... de convite multitudinario a un merendero, a poner la guinda. En la coronación de Carlos III en Londres había un grupito de gente como llegada de una manifa a favor del empleo indefinido de los funcionarios interinos que pedía la república para las islas, en pequeña pancarta. Nunca como en este momento se ha visto que la república carece de cualquier relato atractivo y que la república no es más que una falta de altura, de misterio, de grandeza y por supuesto de modales.

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