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Leo en este periódico que el famoso bar de Murcia Black Tag, donde al presidente regional le tendrían que hacer una estatua en el recodo ... de la barra como a Hemingway en el Floridita, cerrará a las 12 de noche por la nueva normativa de ruidos. Ha pasado algo similar en otro bar donde también la oficialidad autonómica opta, si no a la estatua de cuerpo completo, al menos a un busto, El invernadero. Allí un viernes tras almorzar el público se dio cuenta desconcertado que se veían las caras y oían las conversaciones. Murcia se está convirtiendo en un lugar aburridísimo. Para los demás, ya que yo llevo buscando mi bar de copas más de cuarenta años, sin más resultado, si quitamos una solitaria y respetable cocteleria, El Parlamento. Y sólo por no haber encontrado mi bar me he librado de cumplir la tercera 'D' que daba el fallecido periodista José Luis Gutiérrez como condiciones de un articulista: divorciado, depresivo, dipsómano. O sea, el pitraque.
Antes era normal los bares de copas en Murcia donde se tomaban esas copas cómodamente sentados en 'sofares'. No yo, que no bebía por entonces, la gente. No sé en qué desgraciado instante de la evolución los antros nocturnos, reconvertidos en tardeo retardado, quitaron el sofá, quitaron la civilización. Además se ha perdido una sana costumbre antidemocrática: sólo podías ir a bares donde había gente de tu rollo y de tu música, si no, te pegaban. Había bares para tribus urbanas específicas con derecho de admisión y de canearte, pero no había ninguna tribu urbana de raritos, así que me quedé fuera del sistema y sin bar, algún sitio apacible donde yo mismo tuviese que susurrarme la conversación a mi oído.
Hay como una tristeza aguada y sin sal, muy a tono con estos tiempos que anuncian bélicos, en que a las 12 de la noche toquen la última campanilla en los bares de calles estrechas (la alternativa es navajearse en los polígonos, zonas de ocio del extrarradio, las llaman) y te hagan sentir un desoficiado que no tiene casa. Las 12 sólo es una hora más para el cierre que en los pubs de postguerra en Inglaterra, un país donde nunca han existido las 11 de la noche sino sólo de la madrugada, algo de lo que tanto nos hemos carcajeado. No te puedes reír de lo coñazo que son los demás porque tu país un día te parte los piños y el alma. A Murcia le quitas un minuto que pase de la medianoche, para enviarte a casa, y se queda en casi nada. En mi mundo, voy a mi bar de siempre, sólo me queda encontrarlo, donde llego cuando han cerrado y los camareros de pajarita barren a clientes dormidos para colocar mi mesa.
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