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Vivimos tiempos inciertos, de políticos fluidos que dicen una cosa hoy y otra mañana y que carecen de principios sólidos, de ideología. En esta era de los estudios de mercado aplicados a la política, los 'spins doctors' de nuestros próceres han llegado a convencerles de ... que no hay ideologías, de que nada importa con tal de que consigas que te voten. Y no es así. El ejemplo perfecto de esto es Pedro Sánchez y la deriva catastrófica a la que lleva a ese partido antaño llamado PSOE. Una democracia parlamentaria se asienta en dos grandes partidos que son como las ruedas de una bici: un partido de centroderecha y otro de centroizquierda. He insistido, desde esta humilde columna, en que el partido que se echara al centro, fuera el PP o el PSOE, se llevaría el gato al agua. Acercarte a los extremos te puede dar un gobierno de manera puntual, pero te aleja de tu electorado, de la mayoría moderada. Te aleja de ser partido de mayorías.
'Road to ruin'. El partido de Pedro Sánchez (PPS), que ya no es el PSOE, se echó a la extrema izquierda para seguir gobernando. Perdió la senda socialdemócrata y, por eso, se metió en un círculo vicioso: cuando más dependes de indepes y extremistas, más pierdes por el centro y más necesitas a indepes y extremistas. Y todo deriva de que ya no hay ideología o, mejor, de un error ideológico de partida. La izquierda solía tener vocación internacionalista, quería extender el bienestar, el progreso y la igualdad a todo el orbe. El nacionalismo es, exactamente, lo contrario, una pseudoideología que no da derechos a los ciudadanos sino a los territorios, que excluye al diferente, que rompe y que pretende conservar privilegios de los 'nosotros' frente a los 'ellos'. Nada más contrario a la izquierda. Y, paradójicamente, la izquierda española ha sentido una especie de fascinación por estos tipos, algunos incluso de extrema derecha como Junts, que les va a llevar, en breve, a la catástrofe.
Sangría. Pedro Sánchez es ese galeno antiguo que aplica sanguijuelas (los partidos en que se apoya) al cuerpo del enfermo (su partido). Y estas sanguijuelas chupan la sangre de su partido y lo debilitan, y crecen y crecen. Pocos casos veremos en la Historia, salvo algunos dictadores, en que un partido político de vocación mayoritaria haya acabado desapareciendo por el delirio megalomaníaco de un solo tío. Porque esto es por un hombre: Sánchez. Para mantenerse en Moncloa tras perder las elecciones, ha accedido a ceder los territorios a los nacionalistas a cambio de que le apoyen en Madrid. Eso es malo en dos vías: le sacan el saín para 'dejarle' gobernar y, encima, su partido va siendo irrelevante en las comunidades autónomas. Cada vez más.
Selección disruptiva. Ya comenté en un artículo que si PP o PSOE intentan echarse a los extremos, los extremistas les comen la galleta. Porque en ese terreno son mejores. Que Sánchez se haya echado en manos de los indepes y les haya dado protagonismo, poder, y los haya blanqueado, ha mostrado a su propio votante que pueden ser votables. Lo mismo que le pasaba al PP con Vox, que ya ha caído del burro. Cuando Sánchez se arrodilla ante Puigdemont, sangra por dos heridas: pierde al votante socialista moderado y también al que está más a la izquierda, que termina votando a los indepes. Jugada 'maestra' de Mr. Handsome.
PS. Y ya puestos, propongo que el partido antaño conocido como PSOE, ahora Partido de Pedro Sánchez (PPS), pase a llamarse PS; siglas del partido socialista francés que por su divorcio con la población está en torno al 2% del voto. El antaño PSOE perdió en Murcia, en Valencia, en Euskadi no va a ganar, en Cataluña gobierna ERC, ¡en Andalucía! Y así hasta dar con que el PP gobierna en el 75% de los territorios. Pues resulta que, en Galicia, el PSOE ya es la tercera fuerza política, una muleta lejos del segundo, BNG, y encima, lo celebran como un éxito. Y la militancia, parada, mirando, viendo cómo su partido va quedando residual, sin poder autonómico y manteniendo un Gobierno chantajeado por la extrema izquierda y los independentistas, que le comen, cada vez más, el terreno en sus territorios. El PPS, el partido de Sánchez, es ya un partido muleta que no puede ganar unas elecciones por mayoría. Es difícil que el antaño partido socialista sobreviva a Sánchez. Pero dentro del mismo nadie dice, ni hace nada. Y la política es para valientes.
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