El león de la Metro

Alzado sobre su pedestal y no contento con su conquista del oeste americano, ahora lo intenta 'a todo trapo y sin frenos', en todas las latitudes, con ese brío tan arrebatador demostrando su locura americana. Este caudillo ambiciona ser el primer magnate del mundo, por encima de todos, y sus iniciativas pacificadoras muestran la ambición y los intereses que le mueven a poner paz y a sacar tajada de ello. Le mueve el negocio, a lo que se ha dedicado toda su vida, la compra de terrenos y montar urbanizaciones, como su interés por urbanizar la primera línea de las playas de Gaza, aunque para ello tenga que desterrar a los excluidos y pobres de la guerra y reubicarlos en las montañas desérticas de otros países, echándolos argumentando que vivirán mejor en el desierto, donde no hay escombros. Menudo gerifalte, que quiere construir la costa azul gazatí, como reclamo turístico millonario y estratégico.

Este gendarme de la humanidad pasa de todos los que no claudiquen ante sus designios. Ha demostrado que lo suyo no es el respeto a nadie, y menos a los europeos, son inferiores. Su complejo le lleva a sentirse como aquel hijastro déspota que deja arrodillados a los alemanes, ingleses y franceses, el resto no cuenta para este grandullón que ambiciona quedarse con toda la herencia. Quiere poner la paz entre Rusia y Ucrania, a dos bandas, pasando de Zelenski, que, molesto, le ha presentado sus críticas por decir que no había sido invitado. Sus bufonadas son el modo de comunicarse y la burla es la manera de imponer su pensamiento, que ruge constantemente y se resume en aquello de que todo vale si hay dinero por medio, lo demás no importa.