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Basta que un vocablo se ponga de moda para verlo reproducido hasta la saciedad en sus más diversas combinaciones, dando lugar a familias numerosas que van creciendo al hilo de muy dispares circunstancias. Estaba el término 'exit' tan tranquilo, afincado en el idioma inglés con el significado de 'salida', 'puerta para vaciar', aunque tuviera procedencia latina (de 'exire', ir fuera, salir, en su forma apocopada del participio 'exitus'). Lo acogía también nuestro idioma, como barbarismo importado, en indeseable convivencia con el español 'éxito', resultado positivo de un asunto, y con 'ejido', terreno a la salida de un pueblo, destinado a servicios comunes como guarda del ganado, eras, pastos... Pero la crisis global de la banca y las finanzas, que dio lugar a la plaga de los nacionalismos excluyentes y las insolidaridades europeas, convirtió 'exit' en una coletilla infamante, adherida como sufijo a numerosas voces para indicar la salida voluntaria o forzada de una unidad política o poblacional.
Creo que la primera vez que empezó a circular en su forma compuesta fue durante la crisis de 2008, cuando los países más poderosos de la UE, con Alemania a la cabeza, quisieron expulsar a una Grecia en bancarrota de las fronteras europeas por considerarla un país de pobres, indigno de codearse con la élite de los poderosos del Norte en aquel momento. La expulsión se sustituyó por el más lucrativo y maquiavélico proceso de comprar su deuda, intervenir el país y someter a la ciudadanía a condiciones humillantes de esclavitud económica, dependencia exterior y pobreza interna. A aquella operación se la llamó 'grexit'. Los españoles estuvimos a un paso de ser 'rescatados' (hubiera sido un 'spainexit'). Sin embargo, nos libramos, aunque a costa de padecer insufribles recortes en sanidad, educación, salarios y pensiones, en ayudas sociales y en el tejido humano de todo el país, mientras que el esfuerzo supremo se dedicó a salvar a la banca con el dinero de todos los ciudadanos y la promesa de devolvernos ese préstamo. Que aún estamos esperando y, pienso yo, jamás se cumplirá. Las elecciones holandesas de 2017, con el peligro del acceso al poder de la ultraderecha del xenófobo y eurófobo Geert Wilders, dieron nacimiento a un 'nexit' que, finalmente, tampoco se cumplió, por lo que la palabra tuvo escaso recorrido.
Desde 'grexit', la familia léxica se amplió, afianzándose en el ámbito político con las maniobras de mostrencos políticos ingleses que, a fuer de mantenerse en el poder, amagaron con la salida del Reino Unido de Europa. Algo que al fin se produjo, sorpresivamente, y el asunto les estalló en la cara con resultados inimaginables. La operación se llamó 'Brexit' (formada, curiosamente, por dos términos de origen latino, el citado 'exit' y 'Britannia', nombre de las tribus e islas al norte del Canal de La Mancha). Algunos, más elegantes, lo denominan 'brexodus'.
Y como es casi imposible evitar el contagio del inglés, la familia de 'exit' ha crecido en ámbitos nacionalistas para repetir la idea de separación, salida o vaciamiento. Así ha ocurrido con la efímera 'catexit', que utilizó el independentismo catalán en su pretendida, y frustrada, secesión de España. El 'catexit' fracasó, desconocemos hasta cuándo, mientras que el 'Brexit' sigue, contra viento y marea, a pesar de sus desastrosos efectos para las economías inglesa y europea. Los leoneses nacionalistas que aspiran a separarse de Castilla, junto con Zamora y Salamanca, han iniciado un 'lexit' bajo el lema 'León sin Castilla'. El menú queda abierto a otras disparatadas iniciativas...
Cuando, para nuestra desgracia, enormes áreas del país han ido convirtiéndose en inmensos desiertos poblacionales, el fenómeno se ha acogido a la voz 'pueblexit', que abarca las regiones españolas cuya población ha disminuido por emigración o descenso natural de sus residentes. Lo que también se ha llamado, con palabras nuestras, 'la España vacía', o, como se quiere ahora, 'vaciada'.
El sufijo ha desbordado hacia otros campos, incluidos los de la crónica rosa: la separación de los duques de Sussex, Enrique y Meghan, de la familia real británica se ha convertido en un 'megxit'. Lamentablemente, también se van vaciando los cines, sustituidos por las pantallas, menos mágicas, de televisores, móviles y tabletas: un 'cinexit' en toda regla. En el fútbol, concretamente el Barça, el cataclismo más temido es la pérdida de su estrella Leo Messi. Por lo que las diversas dubitaciones sobre su permanencia han sido calificadas como 'mexit', algo que pone histéricos a directivos e hinchas. El uso masivo de 'exit' ha generado duplicidades en forma de homónimos, pues también se llama 'mexit' la posible salida de México del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, empujado por la agresiva política proteccionista y las continuas amenazas del presidente Trump.
Demasiada desintegración en un mundo que presume de haber alcanzado las glorias de la globalización.
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