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Los riesgos de no reabrir los colegios. Hay razones de eficiencia y de equidad que avalan la afirmación reiterada en numerosas ocasiones por la ministra de Educación de que la «enseñanza presencial es irrenunciable». De acuerdo al informe recientemente publicado de la Royal Society para orientar la reapertura de las escuelas en el Reino Unido, un periodo de 12 semanas sin clase presencial deteriora el aprendizaje de los niños y niñas de tal manera que puede llegar a ocasionar una pérdida permanente de ingresos en la edad adulta de alrededor del 2%-2,5%. En términos agregados, para el conjunto de la economía, estas pérdidas de ingresos pueden llegar a representar miles de millones de euros al año. Como es natural, la enseñanza no presencial y el aprendizaje en casa pueden paliar ese déficit, pero no sin originar una notable desigualdad en el grado de adquisición de competencias entre los estudiantes de familias pobres y no pobres. Los niños más desfavorecidos carecen de los medios informáticos y de las oportunidades de aprendizaje extracurricular de los niños más acomodados. En el estudio británico se estima que la brecha en las habilidades adquiridas por ambos tipos de estudiantes puede representar un 36%. A estos impactos negativos se suman otros en forma de mayor pobreza, peor salud y dieta, mayores problemas psicológicos y de conducta, una mayor incidencia del abuso infantil y un estancamiento en la participación laboral (fundamentalmente femenina), por la necesidad de atender a los niños en los hogares, con su consiguiente repercusión económica.
El riesgo del retorno a clase. La reapertura de las aulas entraña un riesgo de infección de los escolares y de diseminación del virus. La evidencia disponible parece sugerir que: a) el riesgo de infección de los niños es inferior al de los mayores de edad en un rango, no obstante, muy amplio. Dependiendo del tipo de estudio y de la edad de los escolares, el riesgo de que los menores de edad se infecten oscila entre 1/3 y un 80% del de los adultos; b) la enfermedad cursa en los escolares de forma mucho más leve (mayoritariamente de forma asintomática); c) la capacidad de transmisión del virus es también menor, si bien esto es particularmente cierto para los niños de educación infantil y primaria y no tanto para los estudiantes de más edad que presentarían tasas de transmisión semejantes a las de los adultos.
¿Cómo reabrir? Junto a unos pocos países que no llegaron a cerrar los colegios (como Suecia), desde finales de mayo más de 20 países han reabierto colegios e institutos, en la mayoría de los casos de forma gradual (reincorporando primero a los niños más pequeños) y operando por debajo de su capacidad normal (estableciendo turnos rotatorios para mantener la distancia de seguridad dentro de las aulas). La conclusión extraída en una revisión publicada en 'Science' es que la combinación de grupos pequeños, utilización de mascarillas y mantenimiento de una cierta distancia social contribuye a mantener las escuelas relativamente a salvo de los contagios. Claro que, y este elemento es de importancia capital, dicha seguridad depende del grado de transmisión comunitaria del virus. Podríamos decir, en consecuencia, que el principal determinante de la seguridad en las aulas es el mantenimiento de la pandemia bajo control. Cuanto mayor sea la incidencia de la Covid-19 entre la población general, tanto mayor será el riesgo de que se produzcan brotes en los colegios como, de hecho, ya ha ocurrido en Israel. Por tanto, si realmente es prioritaria la reapertura de los colegios, llegado el caso hay que clausurar cualesquiera otras actividades que tengan lugar en espacios cerrados (restauración, gimnasios, espectáculos…) antes que la actividad docente presencial. La experiencia exitosa de países como Dinamarca revela las claves a seguir para una reapertura escolar segura: grupos reducidos de convivencia estable (grupos 'burbuja') para los más pequeños; mantenimiento de la distancia de seguridad y uso de la mascarilla para los mayores; enseñanza en exteriores e interiores bien ventilados; escalonamiento de la entrada, recreo y salida; adaptación de los espacios comunes para mantener la distancia. Desplegar todas estas medidas requiere, obviamente, recursos, imaginación y voluntad, previendo además con claridad qué hacer ante la detección de infecciones, según sean esporádicas o no.
La situación epidemiológica actual es preocupante, con una curva de nuevos casos acelerada que, de no corregirse la tendencia, acabará tarde o temprano incrementando la mortalidad. Ante este panorama, y a quince días del inicio del curso, resulta difícil sacudirse de encima la sensación de que nuevamente domina la improvisación.
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